La pasión de Quentin. A propósito de su presencia en el Festival Lumiere 2016 en Lyon, Francia

Miércoles 12 de octubre. El Auditorium de Lyon está repleto. Alrededor de dos mil personas esperan. Si bien las expectativas son similares, no se trata de un concierto de rock sino de la presencia de un invitado de lujo y, al parecer, amigo de la casa: Quentin Tarantino. Basta ver cómo lo adoran y lo reciben los franceses cuando Thierry Fremaux lo anuncia y el tipo aparece con aspecto informal, relajado y con pleno dominio del público. Claro está, si todo quedara en esto, poco importaría más allá de pasar un momento divertido, sin embargo, Tarantino no viene a hablar como cineasta sino como cinéfilo, y lo primero que debe destacarse es que su “clase magistral” está despojada de academicismo alguno y trasunta la misma pasión con la que filma. Durante dos horas asistiremos a los mismos climas que en sus películas, momentos de calma y de explosión, producto del histrionismo gestual y verbal de quien habla con exaltación y garra sobre el cine que ama.

El disparador para la desestructurada charla fue la ecléctica selección de films de 1970 que el realizador eligió para el Festival Lumiere, y que incluye títulos tales como Love Story (Arthur Hiller), El carnicero (Claude Chabrol), El pájaro de las plumas de cristal (Dario Argento), además de Beyond The Valley of the Dolls (Russ Meyer), M.A.S.H (Robert Altman) y Zabriskie Point (Michelangelo Antonioni), entre otros. Esta voluntad por historizar un momento clave nació de una experiencia personal, a saber, la inauguración de un cine en Los Ángeles donde él mismo programa copias en 35 mm que colecciona desde la infancia. Su defensa del material fílmico se da paradójicamente en un evento consagrado a las restauraciones en digital, pero no es un impedimento para que se produzca un diálogo constructivo en relación a políticas de exhibición. Con respecto al criterio de elección, mencionó un libro de 1967, Pictures at a Revolution de Mark Harris, que funcionó como lectura motivadora para pensar el año 1970. Allí, el autor marca ese período como el surgimiento del “nuevo Hollywood”, aun sin ser un movimiento consciente de ello, en un ajuste de cuentas con la tradición. En 1969 Easy Rider (Dennis Hooper) se instala en el imaginario como signo de cambio y en esa atmósfera se inaugura la nueva década, como una victoria de las nuevas respuestas contraculturales y la apertura de un panorama cuyo horizonte incierto no tenía fecha de vencimiento pero sí la confianza en un espíritu independiente (la película de Hooper recaudó cien veces más que su coste inicial). Tarantino alternó durante la charla el análisis con anécdotas propias y refirió cómo a los siete años leía los anuncios de los diarios y sus padres lo llevaban al cine, incluso a ver cinco veces lo mismo. La cuestión es que ese año en particular es especial en la medida en que no se sabía certeramente cuál iba a ser el vínculo con un público atravesado por las imágenes de una tradición genérica más conservadora (salvo honradas excepciones). Este parece ser un punto crucial en la discusión sobre la manera en que los espectadores tomarían esas nuevas imágenes y convivirían con la atmósfera de independencia instalada en el seno de la industria. Películas como M.A.S.H de Altman y Mi vida es mi vida de Bob Rafelson fueron un faro inusual para otros films que se harían famosos como Contacto en Francia (1971)y El exorcista (1973), ambos de William Friedkin o incluso El padrino (1972) de Francis Ford Coppola. Este último ejemplo es un síntoma de la incertidumbre que reinaba en la época a partir de las tensiones que se generaban entre productores y directores jóvenes. Los primeros debían resignarse ante el éxito de las nuevas tendencias a pesar de sus anquilosadas ideas; los segundos formaban parte de una renovación en la industria aún sin proponérselo.  De todos modos, sostuvo Tarantino, no todas las promesas se cumplieron y reparó especialmente en el surgimiento de un genuino cine negro que lamentablemente no se consolidó en el tiempo. Resaltó fundamentalmente la ópera prima de Hal Ashby, The Landlord, escrita por el guionista de color Bill Gun, un comienzo estimulante que fue sustituido por la Blaxploitation, género del cual se confiesa admirador pero que barrió una legítima voz de los negros en el cine. Algo semejante ocurrió con el tema del sexo. Si una figura revolucionaria como Russ Meyer ponía el acento en el erotismo, exaltando las figuras femeninas como dominantes, pronto se extinguiría su mirada y se correría el interés de los productores hacia el mercado de la pornografía.

De todos modos, sostuvo Tarantino, había que considerar este cambio de paradigma en otros contextos también, y ese fue el modo de mostrar a un auditorio europeo su conocimiento del cine en esta parte del continente, sobre todo como influencia determinante para el cine norteamericano del período en cuestión. Destacó, además, que su posición no era la del juez que determina qué films deben incluirse o no, sino lo que buscó es ofrecer un panorama de conjunto sobre esos cambios, a veces, no necesariamente en función de sus gustos. Las palabras y los gestos del cineasta se encendieron cada vez que se refirió a los westerns de los setenta con todos sus matices, género que adora y se vislumbra en la mayoría de sus obras, cuando aludió a ciertas películas inclasificables o a aquellas primeras obras estimulantes que iniciarían un camino de sanos contagios. La pasión de Quentin llegó a su punto álgido cuando de cara a un público empachado de referencias sostuvo la necesidad de no evaluar los films en términos críticos únicamente, dejarse llevar por sus estéticas y comprender la época en la que se gestaron. Dio como ejemplo Nido de avispas (Phil Karlson), uno de los programados, que a pesar de sus veinte minutos finales donde todo se desbarranca, es fascinante. Es entonces cuando uno comprende definitivamente que Tarantino, lejos de erigirse como genio (un problema que tienen los críticos a la hora de juzgarlo, para bien o para mal), se planta como cinéfilo. Parafraseando a Borges, “que otros se jacten de lo que han filmado, él se enorgullece de lo que ha visto.” Y eso no se negocia. La pasión es así.

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One Comment

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