Border, de Ali Abbasi, 2018.

Cuando gran parte del cine contemporáneo se abre hacia los extremos, cansa. Cansa la saturación de superhéroes en la industria como la hinchazón estética de los festivales. Ambos polos parecen forjar un camino uniforme y viciado cuyos frutos comerciales, en un caso, y la legitimación crítica, en el otro, no hacen más que prolongarlo. Sin embargo, de vez en cuando alguna cañería se rompe y un chorro de renovación o de experimentación sacude el panorama. Se trata de películas poco predecibles, que se mueven en tierras movedizas, que hacen un guiño, un amague y disparan para otro lado. Se me ocurre pensar en dos. Una ya ha hecho su recorrido por diversos festivales y es Las buenas maneras (As Boas Maneiras, 2017) de Juliana Rojas y Marco Dutra ; la otra se acaba de estrenar y se llama Border (Ali Abassi, 2018).

Los primeros minutos de la película no presagian lo mejor o al menos no se diferencian de otros intentos por demostrar qué tan mal está la humanidad o cuán sórdido puede ser el mundo en el que vivimos. Una mujer de aspecto extraño y con un olfato hiperdesarrollado trabaja en la aduana. Es implacable a la hora de detectar irregularidades. Paradójicamente todo aquello que no puede sentir, lo huele en las personas: vergüenza, culpa, rabia e instintos asesinos. Los perros le ladran, como si estuvieran frente a un par. Vive en las afueras, en una casa que le cede prácticamente a un joven, una especie de larva llamado Roland. La vida de Tina transcurre en medio del laconismo que marcan los movimientos mecánicos de alguien consagrada a una rutina que alterna entre el trabajo y las visitas a su padre con demencia senil. Su refugio es la naturaleza. Alrededor de su hogar hay un bosque, un río, y Tina se interna como si fuera un agente más de ese mundo. La imagen inicial nos muestra su mano recogiendo un insecto y devolviéndolo a su hábitat. La parábola kafkiana de sentirse como tal se opone al resto de la humanidad, que condena a quienes son diferentes. No obstante, si la historia hubiera transitado solo el sendero de las metáforas o hubiese insistido en reiterar modelos de tantos filmes con personajes que padecen trastornos, deformaciones y maltratos, la decepción se habría hecho presente. Por suerte no es así. Abassi añade paulatinamente elementos que le permiten correrse de registro y pasar del realismo a un relato feérico sin sobresaltos y con una sutileza destacable. El mapa común de la sordidez europea cede el lugar a la hermosa e inquietante tradición del folclore escandinavo. La crueldad no desaparece porque a fin de cuentas este estado de la historia humana no tiene mucho para ofrecernos, sin embargo, surgen los momentos de libertad, de goce, pero también de desilusión.

Entonces aparece Vore. Su apariencia cuando irrumpe en la aduana es similar a la de Tina, un espejo surgido de imprevisto que la desplaza de la rutina, como Abassi nos desplazará a nosotros del lugar en el que estábamos. La película, también border, ofrece lo mejor que tiene: dos ogros que conectan en el mundo actual, dos seres cuyos cromosomas alterados se sienten fuera de la órbita humana, dos identidades que aprenden a reconocerse como lo que son, dos troles. Nada tiene que ver este concepto con el que se le asigna en la actualidad, bastardeado en el campo de las redes sociales. Su acepción aquí se vincula con un imaginario sobrenatural y como en los cuentos maravillosos todo estará abierto a la sorpresa, a lo insospechable, a los lapsos de felicidad como de dolor porque tanto en las historias tradicionales como en las realistas, las fisuras provocadas por la maldad se destacan y, lo que es peor, contagian a los buenos. De modo tal que ¿dónde está la barbarie, dónde la civilización?. Ambos límites se difuminan. Hay blancos, europeos, caucásicos, capaces de cometer atrocidades y quienes no encajan en ese modelo perverso, buscarán un refugio en la naturaleza. Es en este tramo durante el cual Abassi regala momentos extraordinarios, pese a que la felicidad también tiene fecha de vencimiento.

Perturbadora, inquietante, Border asoma como una propuesta inesperada para una cartelera pobre con algunos refugios y mucha mediocridad reinante. Además, está basada en una novela de John Ajvide Lindqvist, el mismo de esa maravilla llamada Déjame entrar, motivo suficiente para prestarle atención.

elcursodelcine

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *