Bafici 2019. Reseñas

Fin de siglo, de Lucio Castro/ 7 puntos

Todos los kilos de deseo y de tensión erótica que aparecen en varias películas similares son obviados en la ópera prima de Lucio Castro. Un joven llega a Barcelona y parece ver la vida desde un balcón. Pasea, observa, saca fotos. Más adelante sabremos que es un poeta y que viene desde Nueva York. Cuando elige usar sus ojos como una cámara, distingue a un flaco con una remera de Kiss. Curten sin ceremonias que dilaten la cuestión. Cuando no tienen sexo, hablan de sus vidas en una terraza con una vista envidiable. Así de concisa se presenta Fin de siglo, con naturalidad en cada plano, sin personajes forzados ni conductas histéricas. Lo que se ve es lo que hay. Sin embargo, detrás de esa lámina transparente cierta información dosificada sobre los protagonistas pone a la trama en una órbita de misterio productivo, pero siempre sin afectar la calma ni el control. Casi imperceptiblemente y sin perder de vista que se trata de una historia de amor, lo fantástico cotidiano comenzará a adueñarse de la atmósfera del relato.

Casos complejos, de Omar Forero/ 7 puntos

A primera vista, Casos complejos incluye una serie de lugares comunes reconocibles como problemáticas latinoamericanas recurrentes: el narcotráfico, la corrupción policial y de la justicia, la impunidad, la marginalidad, entre otras. Sin embargo hay notas distintivas que, dentro de un marco genérico, colocan a la película en un lugar diferente. Primero, la locación, Trujillo. Segundo, una sutil pátina de humor en medio del horror. Tercero, la descomunal figura de un fiscal cuya presencia parece desfasada del cine contemporáneo. Su afán de justicia, sus modales y la ética que lo impulsa a resistirse frente a la pasividad del resto, lo hacen más un personaje de Capra o de Hawks que un modelo típico en esta clase de historias. Las dos puntas del relato, un sicario y un fiscal, sin llegar a verse, ponen en escena un mismo problema que atraviesa todos los estratos: la podredumbre política e institucional. Más allá de algunos deslices que rozan la moralina y actuaciones esquemáticas, es bien loable el trabajo sobre el género, desarticulando, incluso, ciertas convenciones como la relación entre música e imagen.

Vigilia en agosto, de Luis María Mercado/6 puntos

A días de casarse, la protagonista, una joven llamada Magda, se entera de una serie de hechos trágicos que involucran a su novio. Sin embargo, un bloqueo emocional la hará callar. El tema es que su cuerpo le pide algo diferente. Con ecos de La mujer sin cabeza de Lucrecia Martel, la película apuesta por el drama contenido, dentro de los carriles psicológicos. Lo mejor es que no elige explicar nada y cierta atmósfera de incomodidad se adueña del relato sin que nada estalle precisamente. Lo peor es que parece una reiteración de fórmulas cuidadas y agobiantes, un prototipo de filmes recurrentes en gran parte del cine argentino que insiste en imitar modelos consagrados, sobre todo en festivales. Más allá de eso, que para muchos no representa una objeción, el barro del universo machista y de las estructuras de poder en la vida de provincia es removido con inteligencia, y con una gran actuación de Rita Pauls.

Lo que ella dijo: El arte de Pauline Kael, de Rob Garver/7 puntos

Si bien los mecanismos que utiliza el documental tienen más que ver con la televisión, los archivos incluidos y la presencia misma de Kael, una de las mejores críticas de la historia, ya valen su visionado. Incrustada en un medio netamente machista, las declaraciones y las reseñas de Pauline contienen los mejores momentos de este género denostado hoy en día. Se puede estar de acuerdo o no con sus afirmaciones, pero el modo y el momento en que las vertía avalan la valentía y el carácter revulsivo de su escritura. A lo largo de la película hay un compendio imperdible que incluye sus fuertes objeciones a Chaplin, Welles, Eastwood, Allen, y desopilantes análisis sobre bodrios como La novicia rebelde. Con el tiempo, y a juzgar por lo que se puede ver en pantalla hoy en día, varios de sus argumentos pueden resultar injustos o exagerados, pero no dejan de dar cuenta de la valentía de esta mujer que se opuso a la corrección política y a los consensos generalizados.

Londres: la Babilonia moderna, de Julien Temple/7 puntos

Si algo caracteriza a los documentales de Temple es la capacidad para montar infinidad de horas de archivo. Ya sean trabajos para televisión como películas independientes, existe una voluntad de comunicación adaptada a los nuevos tiempos y un discurso argumentativos cuyos resortes son la velocidad y la explosión audiovisual, de manera tal que nadie puede quedar indiferente ante lo que ve. Procesarlo es otra cosa. En este caso, el eje es la ciudad de Londres y un siglo de historia marcada por revueltas y transformaciones sociales, políticas y culturales. Los testimonios provienen en la mayoría de los casos de gente común, de la clase obrera, ancianos en el presente cuyos rostros ya están alejados de esos sueños juveniles que supieron ser los antecedentes del punk. Temple envuelve el relato con una multiplicidad de registros enunciativos al ritmo de una montaña rusa y el tema no es solo la información, sino el modo en que conviven infinidad de archivos. Multiculturalismo, racismo, tensiones, música, protestas, es un homenaje a una Babilonia moderna, incluidas todas sus contradicciones, que comienza con los sonidos de las bombas y concluye con la eterna Waterloo Sunset de The Kinks.

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