In Memoriam. Narciso Ibáñez Serrador (1935-2019)

Podría evocar con total justicia la genialidad de películas como
¿Quién puede matar a un niño? (1976) o La residencia (1969), entre otras, pero prefiero elegir una pequeña obra maestra que dirigió Narciso Ibáñez Serrador (Chicho) para el ciclo de Historias para no dormir, aquella que cierra la primera temporada en 1966. Se llama El asfalto y está protagonizada por su padre, el maestro Narciso Ibáñez Menta.

Uno lega a sus hijos varias cosas que ellos procesan a su manera. La curiosidad por el espanto es algo que yo heredé de mi vieja, sobre todo a partir de las novelas de misterio y las películas de terror que me contaba y después yo mismo leía. De igual modo intenté hacer con mi hijo. Creo que al día de hoy me lo agradece, sin embargo, siempre se produce un desvío. Los desvíos son saludables también porque rompen estructuras, desafían continuidades y ponen en cuestión los mandatos recibidos. Un mediodía en casa estaban mi hijo con sus nueve años y mi ahijada con sus trece, si mal no recuerdo. Siempre me pedían alguna historia para que les contara o les mostrara. Y elegí El asfalto. Pasaban los minutos y los dos permanecían atados al sillón sin pestañear. No podía discernir si era por los extraños decorados diseñados por el dibujante Antonio Mingote o por el triste destino del protagonista, un hombre cojo atrapado en un pantano de asfalto licuado por las altas temperaturas, hundiéndose progresivamente sin que nadie atienda a sus demandas de ayuda. Allí se encontraba el enorme Narciso en un registro actoral diferente a su querida galería de habituales monstruos, pidiendo clemencia ante una alienada masa ahogada en la indiferencia más absoluta. Los dos niños, perplejos en el sillón ante tamaña desconsideración. Pero no pronunciaban palabra alguna. Se adivinaba en sus miradas el pensamiento. Lo que nunca pude prever fue la angustia que sintieron al final cuando el encierro del protagonista conducía a la inexorable desaparición. Entonces supe dos cosas. La genialidad de Chicho Serrador y Narciso, su padre, para tocar la fibra sensible de una población atada a la televisión y reconociéndose en el más extremo individualismo. El éxito de la serie y de este capítulo lo confirmaron. Por otro, que mi hijo y mi ahijada no me perdonarían jamás haberlos puesto enfrente a tamaña crueldad. Sin embargo, ahora, que son adultos, siempre que hay una oportunidad recuerdan «la historia del pobre viejito hundiéndose en el asfalto». Hasta siempre Chicho.

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