Todo sea por la música. Sobre Brian Epstein, Begin Again y otras canciones e imágenes.

Brian Epstein, un señor elegante que estuvo en el momento justo. Decía Borges que todos los hombres experimentan un momento en la vida en el que se dan cuenta de su destino en el mundo (“Estuve buscando el rostro que tenía antes de que el mundo fuera hecho” /Yeats). Este sentimiento es universal y no reconoce jerarquías. El momento de Brian fue cuando estuvo en The Cavern viendo a Los Beatles.

Una noche del otoño de 1961, John llegó a su casa terriblemente excitado. “Han terminado nuestros días de lucha”, anunció: el hijo de un comerciante judío muy rico se había presentado en el Cavern Club y quería ser su representante. Este tipo tenía dinero a montones. Les iba a conseguir un contrato para grabar. Conocía al representante de Elvis Presley, el Coronel Tom Parker y decía que Los Beatles iban a ser más importantes que Elvis.

Brian fue quien ideó meticulosamente la imagen del grupo: cuidaba hasta el último detalle del aspecto del grupo, la manera en que hablaban, los tonos, los saludos. Pero, lejos de vindicarlo como una figura determinante para la banda, los biógrafos han querido abusar del sensacionalismo y del desprecio encubierto. «Su voz era suave y aristocrática. Era amable pero misterioso, más bien callado». Los adjetivos referidos a él por distintos autores o personas del entorno (“raro”) son en realidad formas para evitar mencionar su homosexualidad y, en particular, su obsesión con John Lennon. Siempre temía por los excesos del joven beatle como de la indiferencia sentimental.

Por eso es interesante el enfoque de The Hours and The time, un poco visto telefilme de 1991 dirigido por Christopher Münch. La película se ambienta en 1963 durante unas vacaciones que tomaron Brian y John, y en las que supuestamente pasó algo. Tiene una excelente fotografía en blanco y negro que comienza con los exteriores de Liverpool anticipando el tono nostálgico del film. Los diálogos juegan, la mayor parte del tiempo, con frases ambiguas y silencios tensos. Las miradas también tienen un rol fundamental. Pero hay un aspecto singular de la película, una pátina de melancolía por dos personajes que no pueden ser otra cosa que dos fantasmas, dos víctimas dentro de esta historia enorme llamada Beatles. El director encapsula en el tiempo esas vacaciones desvistiéndolos en la cama, pero también sacándoles los trajes de la fama. Brian y John son dos hombres que se desean y en especial uno va a hacer todo lo posible para sacarle los miedos al otro. En el medio, algunas escenas memorables, como la del joven Lennon poniendo un disco y bailando con una joven en un cuarto.

Pero qué vio Brian en estos jóvenes ese día en La Caverna, o qué escuchó. Hay diversas hipótesis sobre esa intuición inicial. Yo creí entender el significado muchos años después a raíz de una escena de una película, y pensé en Brian en ese momento justo. Se trata de Begin Again  de John Carney, de 2014.

Las primeras escenas con su montaje a base de cortes continuos arman el caos cotidiano del protagonista interpretado por Mark Ruffalo, un productor vagabundo, demasiado emocional pero con un oído privilegiado que le ha llevado a consagrar músicos en el sello independiente que maneja con su amigo. No obstante, el presente le juega una mala pasada y es un verdadero inadaptado para los tiempos que corren. Su socio, su ex mujer y su hija se lo hacen saber, aunque él no abandonará los principios que lo hicieron respetable. Es por ello que dice en relación a su lugar de trabajo donde ha sido despedido “Era como una zona de guerra; ahora está aburguesado”. Ruffalo entra a emborracharse al mismo bar que vimos al comienzo de la película. Es la misma escena pero contada desde otro punto de vista, es decir, la misma canción interpretada por Keira Knightley , pero con el foco puesto en el personaje masculino. Y ahí sucede la magia: se puede perder el rumbo, ser un perdedor, pero jamás un buen oído. La canción escuchada por este hombre desahuciado es otra, cobra vida, se agregan instrumentos y orquestaciones, todos en la mente de Dan cuyo rostro se colma de deseos por producir a esa joven. El director nos ha brindado uno de esos momentos cinematográficos inolvidables para dar inicio a una relación, de manera inteligente y sensible, para decirnos que lo mejor de la vida también transcurre en bares de mala muerte, en la calles, y que el arte no puede sino expresarse a partir del dolor y de esa sensación de soledad en las grandes ciudades que solo pueden ser aplacadas con canciones.

Un día Brian Epstein también se metió en un lugar de mala muerte y comenzó a escribir la historia. ¿Qué vio,. qué escuchó? Siempre creí que la respuesta está en esta escena. Algo para que su recuerdo quede unido al de Ruffalo. Todo sea por la música.

https://www.youtube.com/watch?v=sduYNx92_go

elcursodelcine

2 Comments

  1. Gran escena la de Ruffalo . enorme película para los melómanos .
    Dónde la pasan me la quedo viendo al igual que perdidos en Tokio
    Muy bueno todo

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