35 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. El Tango Del Viudo Y Su Espejo Deformante (1967 – 2020), De Raúl Ruiz Y Valeria Sarmiento

Desde que Raúl Ruiz nos dejó, todo el polvo que se encuentre en rollos que andan por ahí es oro. Y su eterna compañera, Valeria Sarmiento, lo sabe. Algunos hablan de su labor como arqueología del cine, un rótulo injusto que suena a museo. Todo lo contrario: revisar cuadernos, proyectos inconclusos y recuperar celuloide es un acto propio de la vida del más acá que se conjuga con la del más allá. Cine y espiritismo, o el carácter espectral y alucinatorio de un arte que se resiste y atraviesa el tiempo. Más allá de los formatos y de los dispositivos, aún hay imágenes por descubrir. El tema es quién lo hace.

Una película que esperaba ser redescubierta en una bodega del Cine Arte Normandie. En realidad, fragmentos que Ruiz había rodado en 1967 y que, por algún motivo, no había terminado (se cuenta que una causa posible fue una conversación que mantuvo con su asistente y no quiso interrumpir por lo jugosa que era). Es la etapa de experimentación de Ruiz en Chile, que podía ir desde intentos socialistas a jugar con la estética del absurdo, pero que ya incluía esos toques singulares de humor, las referencias al tiempo y un trabajo formal fundado en el azar y lo impredecible, disociando las imágenes de sus significados convencionales. La directora, montajista y viuda del realizador completa el trabajo y lo alimenta, como si codirigiese en un trance mediúmnico. El original, por falta de presupuesto, carecía de sonido y Sarmiento y la producción  contactaron a un grupo de mujeres sordas para leer los labios de los actores y las actrices que intervinieron. Luego, hicieron un cásting para agregar las voces de los diálogos, en un montaje sonoro increíble. A partir de ahí se armó una historia con lo obtenido, cuya sinopsis (si tal categoría es pertinente para una película de Ruiz) da cuenta de hombre viudo que se ve asediado por el fantasma de su mujer. Lo curioso es que todo se desarrolla en el terreno de lo imprevisible, con pelucas deslizándose sobre autos de juguetes y otras secuencias de corte surrealista donde no faltan elementos paródicos a los discursos telenovelescos y otros géneros. La voz carrasposa del protagonista, el Profesor Iriarte, bien podría encuadrarse en la de esos gángsters que recreó Fassbinder en sus primeras películas.

Además, la preocupación por el tiempo (aunque exenta de reflexiones académicas) ya se vislumbra desde el comienzo cuando se escucha decir al profesor “Anota la fecha. El tiempo importa mucho”. De hecho, las constantes rupturas temporales a favor de la simultaneidad de hechos, es uno de los grandes homenajes que Sarmiento le ofrece (como si se tratara de un ritual) a Ruiz. El otro pasa por lo lúdico, por ese aspecto fundamental de una filmografía riquísima. ¿Qué otra cosa si no jugar con el lenguaje es la genial ocurrencia de construir un espejo deformante con respecto al original? Y no solo un juego, un gesto de amor. En un momento determinado, como si pusiéramos un disco para atrás, vemos lo mismo en retroceso, pero en realidad, no es lo mismo. Se sabe, en la repetición, está la diferencia. Y entonces los personajes hablan como el enano de la Habitación Roja de Lynch, mucho antes de que éste lo inventara, y en ese ir para atrás Sarmiento organiza un espejo para la ficción de su marido. De esta manera, los 43 años que separan a un proyecto de otro, se confunden en una superficie refractaria y se reducen a un diálogo fantasmagórico y alucinante como solo el cine en fílmico puede ofrecer. Más que nunca, Ruiz, el cineasta chamán está entre nosotros.

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