Lingui, The Sacred Bonds (Chad / Francia / Bélgica / Alemania – 2021) Dirección y Guion: Mahamat-Saleh Haroun Estreno exclusivo a través de la Plataforma MUBI Cannes 2021: Competencia oficial

Chad es el país de África Central donde transcurre la historia de Lingui, The Sacred Bonds, la nueva película de Mahamat-Saleh Haroun. Su capital es Yamena, cuyo significado es lugar de reposo. Y lo que vemos son imágenes reposadas, colores vívidos y elecciones estéticas que bien pueden complacer a los ojos más exigentes en busca de una belleza vendible en diversos mercados mundiales. Con esa premisa resguardada en una efectiva potencia visual, la situación de las protagonistas, una madre y su hija de quince años, no encuentra descanso alguno, pues el drama que viven es histórico (la tradición de prejuicios patriarcales y religiosos) y está empeorado por una coyuntura del presente: la joven está embarazada. A partir de allí, el próximo paso es ver de qué modo pueden juntar el dinero para un aborto. De todas las escenas que no escatiman una tendencia al subrayado discursivo, hay dos que son elocuentes. Ambas mujeres, por separado, transitan caminos, perdidas en sus pensamientos, a contramano de autos y motos, deambular que invita inmediatamente a descifrar la obviedad sobre su condición existencial. No será la única vez que la película ofrezca esta clase de juegos de significación. Y tal vez sea ese su punto más vulnerable: empantanar su realismo con exhortaciones hacia quienes miran.

Lo anterior es parte de un plan lógico de denuncia y sus motivos obedecen a un compromiso. La violencia sufrida por la mujer en esa geografía es hoy posible de ser puesta en evidencia en un contexto en el que se ha luchado por ello. Sin embargo, hay una dimensión afectiva que crece paulatinamente en los noventa minutos y es el proceso de reconocimiento y aceptación entre madre e hija, un vínculo que se fortalece ante la adversidad y que las encuentra en principio en la más absoluta soledad. La madre ha sido echada por su familia por haber tenido una hija tempranamente y arrastra un pasado aflictivo, aunque ello no le impidió resurgir e incluso desafiar los embates de la comunidad, la misma que la considera una mujer fácil. La hija se rebela, intenta suicidarse y no quiere ser como ella, hasta que se percata de que hay algo mucho más profundo que las une y que puede ser un nuevo comienzo. Por ende, mientras la película expone torpemente por momentos su necesidad de cumplir con la ética (nótese la tosquedad tramposa de ese plano subjetivo cuando un grupo de hombres salva a la chica de ahogarse e intentan reanimarla), teje sutilmente al mismo tiempo una delicada evolución relacional entre ambas mujeres. Lo que cura es el amor. Es una respuesta valiente, mucho más valiente que mostrarnos varios palazos en la cabeza a un tipo como modo de venganza bajo la lógica de ojo por ojo, diente por diente. Y no es el hecho en sí lo cuestionable (en un sistema donde la justicia está ausente para las mujeres), sino la forma en que se muestra en el contexto de una película hecha y pensada dentro de los parámetros de aquello que muchos sostienen, sospechosamente, como cine arte apto para el cine comercial.

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