Crónicas mundialistas. Qatar 2022. Jornada 1

Crónicas mundialistas. Jornada 1: Qatar 0-Ecuador 2

Dedicado a Pier Paolo Pasolini, quien, lejos de la arrogancia intelectual, entendió que el fútbol es una pasión inexplicable, un acto de amor.

En Pasolini, el último profeta, de Miguel Dalmau Soler, se puede seguir la relación de Pier Paolo con el fútbol. Van aquí algunos fragmentos:

“Ya hemos visto que las primeras sensaciones eróticas de Pasolini están asociadas a las piernas, y en concreto a las rodillas, con los tendones tensos de los muchachos. Ello nos plantea una cuestión que se impone por su obvia transparencia: ¿en qué medida la obsesiva afición del poeta por el fútbol —la otra gran pasión de su vida— no era un modo de revivir instintivamente su despertar erótico?”

“Lo llamativo del caso es que Pier Paolo adora el fútbol y es un devoto de las novelas de aventuras, que en el recuerdo quedarán como las más bellas de su vida.”

“Aquella camaradería reforzará una cadena de amistades entre las que se cuentan Ermes Parini, alias Paria, que se convertirá pronto en el amigo más querido; los otros son Franco Farolfi, Agostino Bignardi, Elio Melli o Carlo Manzoni. Con ellos frecuenta la Casa del Soldado y juega al fútbol, primero como centrocampista y luego como extremo. Mucho después Farolfi recordó el influjo mayéutico que Pasolini ejercía ya sobre los compañeros: les recomendaba lecturas extraescolares, como Dickens o Dostoievski, los arrastraba al cine a ver películas de John Ford, o los seducía con su espíritu indómito que le llevaba a aceptar cualquier desafío, aunque el rival fuera más alto y más fuerte.”

“En esencia la vida de Pasolini no difiere tanto de la etapa anterior: sigue estudiando mucho, ampliando sus lecturas, jugando al fútbol —es el capitán del equipo de su facultad—, y procura distraerse con los amigos.”

“Con ellos sigue jugando al fútbol hasta caerse muerto. Pasolini es incansable, está con todos y en todas partes, pero algo nos dice que quien quiere vivir la vida de los otros tan intensamente, a menudo desea escapar de la propia.”

“Pasolini no solo nos enseñaba literatura, latín, geografía e historia, sino a jugar a fútbol, cómo debíamos poner el pie para centrar la pelota. Luego, cuando se sentaba en la mesa del profesor, se volvía serio pero sin perder el espíritu lúdico. Aprendíamos pero divirtiéndonos.”

“Todo aquello que para nosotros serían espacios provisionales, tierras de nadie, heridas abiertas en el mapa utópico de la gran ciudad, Pasolini los adopta como campos de fútbol. No hay nada como un partido en ese calvero frente a la escuela elemental Giorgio Franceschi o en el campetto de la iglesia de Regina Pacis. Se juega de día y hasta de noche, bajo la claridad desnuda de la luna. En aquellos partidos interminables, Pasolini no solo maneja el balón con criterio sino que absorbe el ambiente como una esponja.”

“Esta afición le acompañará hasta la muerte; el fútbol es su droga. Cada vez que Pasolini dispone de un minuto libre, se escapa a un descampado para jugar un partido. Todo es espontáneo, fugaz, definitivo. Según un compañero de juego: «Se volvía loco de felicidad: un partido de aquellos era para él como un mes de vacaciones». Hay una anécdota reveladora. A veces faltaba alguien para completar el equipo y era el propio Pasolini quien, desesperado, corría al primer taller o la primera zanja para reclutar a un compañero. En estos casos no admite negativas: cuando se excusan diciéndole que hay faena, responde que él mismo les ayudará a concluirla más tarde. Siempre cumple su palabra. Sudado y satisfecho, se le verá luego cambiando tuercas o dando una mano de pintura. En los suburbios la palabra es sagrada.”

“Dacia Maraini recordaba en entrevista televisada:

Nosotros íbamos a menudo a África para buscar las localizaciones para sus películas. Pier Paolo era un viajero extraordinario porque no se cansaba nunca. Siempre disponible y luego se adaptaba a todo. En el viaje tenía un acercamiento basado en los sentidos. Todo lo que veía, todo lo que tocaba, lo que comía… El cuerpo era la clave, su cuerpo. Estábamos todo el día juntos, pero por la noche, en cierto momento, Pier Paolo desaparecía en busca de sus aventuras eróticas. A veces era peligroso: una vez volvió acompañado de la policía porque se había metido en un barrio donde jamás entraban los europeos. Otra vez, en cambio, desapareció un par de días y estuvimos buscándolo por todas partes. Al final lo encontramos en un descampado jugando al fútbol con los críos del lugar. Moravia y yo lo vimos desde lejos, contemplándolo con cierta ternura. “

De todas ellas, la cita que prefiero es la última. El relato de Mariani concluye con una escena cinematográfica que supone un plano profundo y un punto de vista desde la perspectiva de quienes miran a lo lejos jugar con entusiasmo a Pier Paolo. Veo esa imagen con sombras proyectadas sobre un atardecer, veo a Pasolini, flaco y alto, haciendo un enganche entre los críos. Veo la pasión por el potrero, y solo quienes pasaron por un potrero, tal vez, puedan entender lo que es el fútbol más allá de las moralinas intelectuales, los usos y abusos en su nombre, que Benjamin, Marx, Sartre y no sé cuantos más. Viva Pasolini, viva el fútbol.

LA PREVIA Y EL PARTIDO

Las ceremonias inaugurales en los mundiales son como los actos protocolares en los festivales de cine. Si uno va es porque lo entusiasma la película de apertura. El resto es una galería de lugares comunes, con mayor o menor disfrute según la música que pasen. Solo Italia 90 se salvó porque la canción era otra cosa, acorde con la cinematografía más linda del planeta. Más breve que las habituales, la de Qatar pasó sin pena ni gloria, con un despliegue escénico a base de luces y muñequitos inflables, la aparición de Morgan Freeman (que se creyó el papel de Dios) y un grupo de pop coreano que no conmovió a nadie. Nada para destacar y menos aún si en este mundial no va estar Diego.

Con respecto al primer partido entre Qatar y Ecuador, la única expectativa a favor de la selección local pasaba por la estadística: hasta hoy, ningún equipo anfitrión había perdido. Sin embargo, los primeros minutos ya develaban la imposibilidad. Con un esquema de 5-3-2, la iniciativa fue un pelotazo largo al área ecuatoriana sin destino y dos carrileros que corrían tan mal que salieron de la cancha. Poco tiempo de intensidad y nerviosismo transcurrió hasta que Valencia metió de cabeza un gol que fue anulado por el Var (candidato a ser la estrella del certamen, de esas que no elige nadie), por una uña, por una ceja o vaya a saber uno porqué. Lo que sí permitió notar la jugada es que el arquero de Qatar debería ser pariente de algún Jeque a juzgar por sus toscos movimientos y sus futuras salidas. En este segmento del partido ya se podía calcar el resto: Ecuador manejaba la pelota, Qatar se replegaba; Ecuador tiraba centros, Qatar defendía como podía. A los catorce, gran pase de Estrada y el pariente de los Jeques le hace un penal a Valencia. El máximo goleador la sopla a la izquierda y gol, esta vez convalidado. A esta altura, el partido se asemeja a esas cintas contemporáneas donde en quince minutos se agota el recurso y el resto hace gala de un estiramiento innecesario.

Continúan los errores no forzados del equipo local. La selección granate tiene menos cálculo que una película del gran Russ Meyer. Los defensores se paran en línea y no llegan nunca al área ni con pases asociados ni con pelotazos. Mientras tanto, Ecuador regula y parece entrar en la modorra que le facilita el rival hasta que a los 34’ un centro desde la derecha cae en la cabeza de Valencia y adentro. Parecía Off-Side desde el sillón, pero no. 2 a 0. Asunto concluido. Los Jeques se agarran la cabeza y la mayoría del público se va en el primer tiempo. Ni siquiera la oportunidad desperdiciada del máximo artillero (cuyo nombre no me acuerdo), solo, en el área chica,  los motivó a esperar un poco para huir.

El segundo tiempo, soporífero, no tuvo nada para destacar. A medida que pasaba la hora y justamente no pasaba nada, me daba la sensación de estar viendo las películas de la era digital que eligen no cortar y duran más de lo debido. Tal vez, algo más de audacia en Ecuador le hubiera permitido convertir un par de goles más, sobre todo teniendo en cuenta que pueden servir a futuro. No obstante, el equipo comandado por Alfaro hizo bien los deberes: ganó ese primer encuentro que es necesario y fortalece la esperanza. Creo que si Ecuador se le planta como se debe a Países Bajos, con tenacidad y juego, puede complicar las libretas de van Gaal (cuya influencia preferiría no desarrollar).

elcursodelcine

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