CRÓNICAS MUNDIALISTAS. QATAR 2022. Impacto fulminante

Querida prudencia es una hermosa canción de Los Beatles, la segunda del Álbum Blanco, y una de las que más me gusta. Trataré de invocar a las musas de la moderación para ser justo y lo más objetivo posible (es decir, dar a conocer una versión más Jekyll del asunto porque Hyde se sale de la vaina por intervenir).

Este proceso de la selección argentina comandado por Scaloni y su cuerpo de colaboradores ha sido digno de elogios. De menos a más, supo ganarse la confianza del público y obtuvo resultados deportivos muy importantes, como la obtención de la Copa América ganándole nada menos que a Brasil en su cancha. Los escalones previos al mundial se subieron rápidamente en cuanto a expectativas e ilusiones. Y está bien que así sea porque un invicto prolongado, un grupo formado y un correcto funcionamiento no son cuestiones para desechar. Tampoco la moderación y la mesura en las declaraciones. Las únicas dudas para quien escribe pasaban por la inclusión de jugadores en la lista que no dejaban ver un plan B, algo que es fundamental en el contexto de un torneo corto, cuando las cosas se complican en una situación particular. Hoy apareció esa situación y se notó la carencia de variantes, lamentablemente. La otra objeción es la falta de experiencia de quienes conducen la selección mayor, aunque eso no suponga un criterio excluyente, claro está. No obstante, llama la atención la inclusión de dos jugadores lesionados, Messi y Romero. Del primero es indiscutible el ingreso; del segundo, es alarmante. Está claro que el defensor argentino en el primer gol de Arabia dio una ventaja que no es habitual en él.

Pero más allá de estas cuestiones que se pueden analizar después del partido, hubo un desarrollo extraño. El primer tiempo comenzó con muchísimo viento a favor de Argentina. Scaloni apostó por un esquema 4-2-3-1. Con esto, supongo, creyó romper líneas por afuera con Gómez y Di María, hacerlo retroceder un poco a Lautaro Martínez para presionar, dejar a Messi bien arriba (calculo por su evidente lesión) y dos medios para manejar la pelota y marcar (este fue el punto más bajo). La primera jugada peligrosa antes de los dos minutos fue un desborde de Fideo, un toque de Lautaro y un tiro de Lio que tapó el arquero, como si fuera un anticipo de su conversión progresiva en héroe. A los siete minutos, el Var (a esta altura se advierte que será la estrella artificial que nadie llamó) interviene en un agarrón engañoso y el árbitro convalida un penal a favor de Argentina que Messi, con altura y tranquilidad, transforma en gol. Primer llamado de atención con respecto al Var: cuidado con las caricias en el área nuestra; los muchachos tecnológicos vienen por todo. Sin embargo, mientras tanto, obliga a aprender a jugar contra estas máquinas. A Argentina hoy le anularon tres goles, producto de inclinaciones naturales de cuerpos que tienen que correr hacia adelante. Lo que parece una locura (capaz de replantear la regla) es una realidad: te cobran hasta por una uña. Y son infalibles. ¿Qué quiere decir esto? Que hay que adaptarse. El DT de Arabia, un galán cinematográfico de otra época, planteó una estrategia de achique que le dio resultados satisfactorios y parte del éxito se debe a la fatídica máquina. Máquina que deja a criterio del árbitro otras cuestiones que siguen siendo grises, por ejemplo, los penales. Nada ha cambiado, en este sentido, desde la época de Codesal. En el segundo tiempo hubo un posible penal contra Molina que en otras circunstancias lo cobran. O sea, es lotería. La conclusión es que, en la preparación de un partido, hay temas preparatorios a considerar y uno de ellos es cómo vulnerar defensas y planteos que buscan refugio y complicidad en el Var.

Más allá de lo anterior, la derrota de hoy es como la película de Clint Eastwood: Impacto fulminante. Dos goles en el segundo tiempo, en un lapso de cinco minutos, fue devastador para el equipo, para su psicología y para un funcionamiento que ya mostraba más ansiedad que ideas. El primer gol de Arabia es un reflejo de lo que potenció el equipo contrario: pierde la pelota Messi en la mitad de campo, producto de una marca asfixiante y de un estado físico que no llegaba en óptimas condiciones, pase recto en profundidad y dos delanteros contra dos defensores. Un pase poco claro y Saleh Al-Shehri corre en paralelo ante Romero, quien claramente no llega por su desventaja física. El Cuti, indispensable en este ciclo, no estaba para jugar. El mazazo fue tal que en otra jugada embarullada y después de marcas vulnerables, Salem Al Dawsari, sacó un soberbio remate al rincón de las almas. A esta altura, estaba claro que había que sacar un plus, primero con fútbol (no lo hubo) y con ímpetu (se intentó, pero fueron los árabes quienes se destacaron más). La impotencia y los bajos rendimientos en algunos casos intentaron suplirse con centros que encontraron la cabeza de Messi y Álvarez, dos jugadores bajitos donde no hay un 9 alto. Decisiones son opciones.

¿Subestimación? No. Toda la delegación sabía que el primer partido es chivísimo y nunca se jactaron de sobrar al rival, como se anda diciendo por ahí. ¿Falta de previsión? Parcialmente. Obviamente se analizaron videos, Scaloni dijo en la conferencia de prensa que sabían del sistema defensivo de Arabia Saudita, acaso no supo romper esa estructura teniendo en cuenta las posiciones adelantadas, incluso las muy finas, y disponer de un Plan B. ¿Suerte? No creo en la suerte en el fútbol como único condicionante. Lo que resta es barajar de nuevo, mirar hacia adelante, aprender de los errores, recuperar el respeto de los demás y demostrar que Argentina tiene que competir para estar entre los candidatos. Hay que apoyar esta transición y bancar el momento, también bajarse del carro, tocar la tierra, unirse, que seguramente el equipo levante cabeza. No es solo una expresión de deseo. A pesar de que hoy fue una versión más parecida a la de Rusia 2018, la realidad es que en estos últimos años el trabajo, la seriedad y los resultados demostraron otra cosa. Hoy, la principal adversidad, es la prueba de fuego para renacer. A tomar boldo hasta el sábado.

elcursodelcine

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