CRÓNICAS MUNDIALISTAS. QATAR 2022. LAS RAZONES DEL CORAZÓN

Argentina 2-México 0

Bueno, puedo decir sin ánimo de exagerar que estas líneas las escribo luego de enfriar la cabeza en un balde con hielo. Estamos en el juego de la batalla naval. Tenemos un barquito de tres cuadraditos. Nos tocaron el primero y antes de que nos hundan adivinando para qué lado ir, tenemos que hundir los del contrario. Aunque nos costó, liquidamos uno; falta el más importante.

Qué manera de sufrir. El primer tiempo fue de lo peor visto de un seleccionado argentino en mundiales, aún enfrentando a la peor versión mexicana que he visto también en mundiales. Los cambios de Scaloni no surtieron efecto en términos generales aunque eran necesarios. La inclusión de Rodríguez, un volante más retrasado y defensivo, no encontraba justificación dado que México prácticamente no atacó. Y si bien es cierto que es muy difícil construir cuando se te paran atrás, también fue notorio que a la Argentina no se le cayó una idea en la etapa inicial. Creo que hay un motivo ineludible: la presión. Es un equipo con varios debutantes, quienes en la previa jamás pensaron que se verían en el segundo partido en una situación límite, con todo lo que implica el fútbol en este país. Hay que estar en la piel de estos muchachos. No obstante, están los más experimentados que, tampoco, daban pie con bola. El equipo estaba atado, nervioso, impreciso. Messi repetía el mismo problema que el de mundiales pasados, retrocedía demasiado para hacerse de la pelota y ya tenía a cuatro jugadores contrarios detrás. Di María intentó romper filas como pudo, pero no prosperó en esos intentos. De Paul muy impreciso y los laterales también, a pesar del ímpetu de Acuña (que fue mejorando ostensiblemente) y de la marca férrea de Montiel. Lautaro muy solo arriba. Y pese a que México no proponía absolutamente nada, los fantasmas de una eliminación temprana comenzaron a volar por el estadio. Demasiado castigo para un grupo y un cuerpo técnico que vienen trabajando bien, con seriedad, respeto y compromiso.

Ya en el segundo tiempo se vio otra actitud, pero la apertura del marcador no llegaba. Las inclusiones de Álvarez y Fernández fueron lógicas y necesarias, Aún así costaba generar situaciones claras, pero las intenciones eran más firmes. Y entonces llegó la magia. Messi es así y toda su carrera fue así: cuando menos se lo espera, cuando parece deprimido ante la falta de respuesta colectiva, aparece. No es ese tipo de aparición y coraje que uno veía en Diego, se trata más bien de la misma maniobra de distracción que usualmente hace a los defensores: está por ahí y te fulmina como un rayo. Un pase cortito de Di María bastó para que Lio se genere el espació y saque un remate al palo izquierdo de Ochoa para que todos gritemos y para descomprimir. En la emoción de Aimar en el banco están todos nuestros rostros. Gol de Argentina, por fin, y tenía que ser él, para que no lo olvidemos.

Ahí nomás Scaloni mete tres cambios (a mi gusto un poco apresurado los tres juntos). No estoy seguro de que Fideo tuviera que salir tan temprano ni que Romero haga su ingreso (sobre todo teniendo en cuenta la lesión que arrastra). El partido continuó, pero perdí la noción del tiempo, solo registré ráfagas visuales, pero me tranquilizó la pasmosa pasividad contraria. Hasta que llegó el broche de oro, el golazo de Enzo Fernández. Ahora sí. Abrazos fundidos en uno. Veo la cara de Scaloni, su emoción y comprendo que, más allá de todo, las razones del corazón son infalibles.

elcursodelcine

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *