Algunas letras y otras imágenes (Ondina, de Christian Petzold)

Y si finalmente todo acaeciera

Y si el tiempo ya no fuera un agobio

Y si el volcán de mi voz escupiera la santa palabra

Y si un millón de ojos te miraran

Y si el rostro se disolviera en la satisfacción

Y si la música destrabase la trampa interior

¿Qué?

¿Quién mira a quién?

Quién mira a quién cuando lágrimas de fuego se cruzan en el vacío y se pierden en el olvido. Quién mira a quién cuando el silencio envuelve

voces y reina el estupor como un gigante en medio de la noche.

¿Quién mira a quién?

Quién mira a quién cuando el tiempo llena de óxido los rostros más puros. Quién mira a quién cuando los cuerpos ya no son más que dos sombras lejanas, frías y húmedas, navegando en la melancolía.

Un nuevo instante de jardines solitarios,

una noche eterna de soledades gastadas

y extraños sonidos perdidos en un sendero

que media en nuestras vidas.

Y si nunca más tu rostro de piel carmesí aparece

y si nunca más tus manos o tus senos de seda

se entregan al contacto de mis labios,

me llenaré de imágenes. Para vivir, para seguir.

Con los sentidos a la deriva y verdes pensamientos,

con los deseos repartidos en todas partes

como un rompecabezas dolorido,

recorro las solitarias calles de luces rojas.

La razón es que espero algo,

algo con lo que pueda recuperar la pasión,

y mientras tanto, pierdo el camino.

Alrededor de fríos senderos,

que todo han cambiado.

Alguien debió fallar,

y mientras tanto me desgasto en sueños postergados.

Así que creías en el amor.

Así que pensaste escalar la montaña de la felicidad.

Así que te sentiste libre.

Ahora buscá tu rostro perdido entre el basural del dolor,

a través de las sombras, a través del dolor.

Mejor, libera tus íntimas historias.

Mejor, recupera las rodillas del suelo.

Así que confiaste en la nobleza ajena.

Así que atravesaste los caminos de ricos.

Ahora exorciza las extrañas religiones,

las máscaras triviales del amor.

Mejor, saluda hacia adentro.

Mejor, excava el pozo interior.

Afuera, las calles desiertas aunque repletas,

vacíos los rostros, impunes las almas,

mejor, guarda todo en una gran bolsa

y continúa caminando.

elcursodelcine

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