Lamb, de Valdimar Johannsson, 2021

Una imagen difusa, mucha niebla y el sonido distorsionado de una respiración. Logramos distinguir a unos caballos. Corte. Encuadre de naturaleza pictórica donde vemos a una oveja mirando por una ventana. El exterior aparece recubierto de nieve, de escarchas. Sigue escuchándose la tormenta. Interior de un establo con ovejas dispuestas en hilera. Planos simétricos pero con puntos de vista diferentes. Se oye nuevamente la respiración distorsionada. Las ovejas se alteran. Una de ellas cae en el piso. Corte.  Desde afuera se ve a las que escaparon mirando. Travelling hacia atrás que permite distinguir a una mujer de espaldas mirando la ventana, a punto de servir la cena. Luego, el punto de vista se focaliza desde el exterior.

Toda la secuencia del inicio aparece como un interrogante y parece escenificar dos fuerza contrapuestas que, acaso, provengan desde tiempos inmemoriales.

Luego, una mañana. Un hombre trabajando en el establo. El perro lo acompaña. Corte. La mujer con el tractor. El paisaje parece inhóspito, no olvidemos que la indeterminación favorece la irrupción de lo fantástico.

Continúa la rutina, no hay palabra alguna. La insistencia en mostrar a los animales, parece enfatizar un saber oculto, algún código secreto. Corte. El matrimonio asiste a la oveja que vimos en el piso para parir. Corte

El matrimonio cena. Hablan de viajar en el tiempo. Los colores son fríos, la escena denota estatismo. Él habla del “aquí y el ahora” (podría hablarse de la atemporalidad y la falta de conciencia histórica en gran parte del cine actual) Corte

Vuelta al granero. Hay algo en la mirada de la mujer que deja ver cierta extrañeza (¿tiene que ver con la maternidad? ¿Tiene que ver con su pareja?) Continúa la rutina.

Vuelta al granero. Marcan las crías. Diálogos lacónicos. Más nacimientos. Esta vez la cría queda fuera de campo ante la mirada atónita de la pareja, todo se resuelve en planos medios, solo vemos posteriormente al animal en manos de ella, solo su cabeza.

Más adelante, la vemos arropada en una especie de fuentón cuna tomando la mamadera. Es el comportamiento de una madre con un bebé. Ella está pendiente, mira a la cría, parece temer por su integridad como aquellas madres que miran si sus bebés respiran. La tiene en brazos, le canta. Su marido mira y no parece estar en la misma sintonía.

El hombre llora en el tractor. ¿Por qué? Hay algo que no sabemos. ¿Una pérdida?

Nuevamente las imágenes difuminadas, la respiración distorsionada y una presencia fuera de campo mientras los animales miran. Corte. Rutina laboral. El perro presiente. Un pedazo de soga cortada.

La oveja frente a la ventana como reclamando a su cría. Corte. La pareja con la cría entre brazos mirando la televisión. Los descansos, los enlaces entre planos son de la naturaleza y marcan su carácter inconmensurable. El gato mira. La oveja madre vuelve a reclamar.

Desde dentro, el afuera siempre es amenazante, como si algo pudiese irrumpir para arruinar la ficción que comienza a erigirse sobre la maternidad.

Ada no está. Salen a buscarla. Tensión. La música marca el clima de desesperación contenida. La encuentran junto a su madre. Al alzarla, el plano devela la naturaleza humana de su cuerpo por primera vez, un hecho que dentro del marco de la historia parece verosímil, más allá de las primeras miradas de la pareja. Es decir, una vez que se produce el fenómeno atípico, anormal o sobrenatural, solo resta aceptarlo como tal.

En este segundo enfrentamiento entre madres, el rostro humano grita y deviene animal. Un rato más tarde se confirmará el carácter bestial de la protagonista y la lucha por un territorio y por una criatura.

Una de las notas centrales del cine contemporáneo pasa por la hibridación de géneros. Hay quienes ven en la película una fábula moral, otros que la viven como una experiencia ligada al terror y están aquellos que hasta piensan en un cuento de hadas.

El final, por otro lado, invita a lecturas alegóricas, hipótesis descabelladas o al hallazgo de metáforas. ¿Pero qué pasa si, como en los relatos de Cortázar, nos queremos quedar en lo literal? Es decir, lo que ves es lo que hay.

Pero si hay algo que comparte la película con otras similares, más allá de todas las interpretaciones que podamos dar, es la idea de que la maternidad es un buen tema para cruzar con lo sobrenatural, o, mejor dicho, se puede acudir a diversas formas para plantear temas tales como los vínculos, el dolor por la pérdida, sin necesidad de acudir a fórmulas establecidas. La osadía emocional y formal de Lamb es hermana de As Boas Maneiras, la gran película de Juliana Rojas y Marco Dutra. Si en el film brasileño se filtra la locura de un país gobernado por una derecha asfixiante, capaz de crear una horda de fanáticos dispuestos a arrasar con todo, en este caso, detrás de la propuesta hay un acervo de leyendas islandesas y una sensación de irrealidad donde los parámetros sobre el día y la noche, la luz y la oscuridad, son marcas diferenciales. Latitudes ajenas unidas por el desquicio.

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