Jack Crow es el jefe de un grupo de cazadores de vampiros que, mantenidos por la Iglesia, recorren Norteamérica en busca de nidos, para exterminar a los vampiros que allí se encuentren.
Tras limpiar una casa en Nuevo México, festejan el trabajo en un solitario motel. En medio de la fiesta irrumpe Valek, un vampiro maestro, y en medio de una carniceria acaba con el equipo. Solo Jack, uno de sus compañeros y una prostituta consiguen huir de la matanza. La chica ha sido mordida por el vampiro, y Jack confía en utilizar el vínculo que se crea entre un vampiro y su víctima para encontrar a Valek antes de que ella se convierta en un nuevo vampiro.
En Vampiros el pesimismo es casi absoluto al tratar de igual a aquellos que hacen a la maldad su forma de vida con aquellos que la combaten. Desde el punto de vista ideológico, asoma ese catolicismo crítico del director y una reelaboración de ciertos códigos del terror vampírico, sobre todo en respuesta a la tradición. En un momento, James Woods dice que se olviden de todas esas mariconadas del cine y de los vampiros con frac y acento europeo (también lo recomendará el personaje de Blade interpretado por Wesley Nipes en esa particular reescritura de 1998 dirigida por Stephen Norrington).