LAS TRES CARAS PARA EVA (The Three Faces of Eve) de NUNNALLY JOHNSON, 1957.

La vida de un joven matrimonio comienza a perturbarse gravemente. Eva, una sencilla ama de casa, sufre de unas violentas jaquecas que transforman su personalidad. Sin poder controlarlo, su comportamiento oscila entre inteligente y equilibrado a descarado y provocativo. De acuerdo con su marido, decide acudir a la consulta del doctor Luther, médico psiquiatra.
En su momento, la película, concebida como un melodrama psicoanalítico, tuvo una considerable repercusión cuyo corolario fue el Oscar que recibió Joanne Woodward por su notable interpretación al triplicarse en las personalidades en cuestión. Vista hoy, tiene un sabor añejo por su conductismo salvaje y por su inevitable lógica patriarcal: hay que recuperar a la mujer familiera y ama de casa y desterrar a la «putita» y a la «histérica». Pero no caigamos en anacronismos políticamente correctos. Era lo que se permitía ver lamentablemente.
Desde el punto de vista clínico, podría verse como un interesante anticipo de Fragmentado, la película de Shymalan. De todos modos, a este último le importa más el cine que a Nunnally Johnson, en ese momento, un prestigioso guionista (escribió la adaptación de Viñas de ira para Ford) y un director que venía del éxito de El hombre de traje gris, pero que deja que la cuestión médica sobrepase a la cinematográfica. Habrá que esperar a Hitchcock y a Huston para internarnos en el inconsciente con las reglas del policial.

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