As boas maneiras / Los buenos modales (Brasil / Francia – 2017) Dirección y Guion: Juliana Rojas, Marco Dutra

La imagen final de El bebé de Rosemary (1968) de Roman Polanski es perturbadora y hermosa. Mia Farrow sabe que el bebé es el enviado del diablo en la tierra, ya se ha estremecido, ya se ha espantado, y sin embargo, saca a relucir su instinto maternal. A fin de cuentas es su hijo. Algo similar le va a ocurrir a la protagonista de esta singular película, una enfermera llamada Clara cuyo destino le tenderá una jugada macabra y una prueba al mismo tiempo. Luego de ser contratada por una mujer embarazada, de guita, llamada Ana, una noche se topará con un hecho que no solo romperá con su rutina sino con la lógica verosímil del mismo filme.

Lo primero que llama la atención es que, pese a las derivaciones fantásticas que asume la historia, nunca se pierde de vista el costado político desde el plano visual. Al principio está muy bien delimitado ese mundo hermético del edificio ultramoderno al estilo de cápsula espacial donde vive Ana y al que llega Clara no sin cierta fascinación y perplejidad. Por supuesto, su universo social es otro, aquel en el que no llega a pagar el alquiler. Con solo algunos trazos los directores, de forma suficientemente inteligente para saber que con los géneros también se hace política, configuran una división de clases que parece insalvable en un país cuyo presente revulsivo no le es indiferente al cine (teléfono para los locales).  De hecho, una actitud de la joven embarazada ricachona pone de manifiesto su carácter capitalista abusivo: contrata a Clara para que le cuide el bebé, pero mientras tanto, hasta que nazca, le encarga todas las tareas de la casa al mismo precio. La comodidad de ese cristal gigante apartado de la realidad contrasta con las escenas en las que vemos llegar a Clara a la casa, en medio de una lluvia torrencial, por los bajos fondos de una San Pablo que parece Ciudad Gótica. Este fondo nocturno prepara el terreno para el hecho que quiebra la lógica realista de la historia, cuando el género trasciende la lectura social del filme.

Una noche, Ana mostrará sus dotes de bestia nocturna, dará a luz y quedará un bebé del que Clara se tendrá que hacer cargo. El vínculo entre las mujeres es una razón suficiente para encomendarse a la tarea. A partir de allí, la película asume un estatuto indefinido, saludablemente caótico. En ningún momento juega a proponer interpretaciones psicoanalíticas ni mucho menos, por el contrario, se juega por un derrotero sin temor al ridículo, preservando una estética visual alucinante. Y plantándose sobre el instinto maternal de Clara, capaz de criar a un lobizón con todos los cuidados que requiere: evitar que le tome gusto a la carne, controlar sus movimientos y encerrarlo las noches de luna llena en un lugar de extrema seguridad. Todo esto narrado con absoluta naturalidad y por momentos no se sabrá si reír o llorar, lo cual representa un buen signo. Frente a tanto cálculo visto, a veces es mejor perderse en el terreno de la incertidumbre y dejarse arrastrar por la fuerza arrolladora de locuras como ésta cuyo tramo final conecta con los relatos maravillosos y conmueve aún en el horror.

Publicado originalmente en http://cineramaplus.com.ar/critica-as-boas-maneiras-2017-de-juliana-rojas-y-marcos-dutra/

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