34 Festival de Cine de Mar del Plata. Expectativas y revisiones. Sobre Los globos (2016) de Mariano González.

Una de las películas en Competencia Internacional que participará en el próximo 34 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata es El cuidado de los otros de Mariano González. El adelanto del catálogo anuncia en su reseña dos problemáticas que ya estaban en su ópera prima Los globos: la responsabilidad de los adultos y la vulnerabilidad de los niños. Estos temas pueden conducir a una catarata de golpes bajos o a una galería de efectos manipulados. Sin embargo, la referencia para descartar esto como expectativa, al menos, es Los globos, una película tremenda donde la punta del iceberg asoma y logramos entender varias cosas. La paternidad mostrada en una veta realista, visceral, sin concesiones, es desarrollada por González con austeridad y precisión, con el tiempo justo y la tensión suficiente. César ha salido de la cárcel y trabaja en algún lugar del conurbano bonaerense fabricando globos. En medio de un espacio totalmente precarizado, debe hacerse cargo de su hijo ya que su madre ha muerto en un accidente, pero el tipo no puede, no sabe cómo. ¿Cómo podría hacerlo en un contexto de mierda, de soledad, indiferencia? Son solo algunas dosis las que inyecta el director, guionista y protagonista, de rostro adusto, de rituales contados y sexo ocasional, mostrados con la sequedad necesaria, sin que por ello se resigne la emoción, contenida, haciendo presión para estallar en algún momento.

Los globos es una historia que incluye golpes y decisiones. Los primeros funcionan como un cross a la mandíbula, están para despertarse y aguantarlos, porque son inevitables. No parece haber salidas edulcoradas cuando se tiene el mundo al revés, pero tampoco victimización. En cuanto a las segundas, hay dos momentos claves. El primero es parte de la trama. Apremiado por las circunstancias, César intentará ceder al pequeño en adopción. El segundo, pertenece al orden de escenas antológicas, universales, que exceden lo mundano. Transcurre en medio de la naturaleza. El padre se aparta del hijo por un momento y creemos que lo dejará allí. El tipo se retuerce, llora por primera vez (para nosotros), de manera fuerte pero contenida. Toda la desesperación se condensa en unos segundos. La escena evocó en mi memoria un momento de esos que se mantienen insomnes y que pertenece a Después del almuerzo de Julio Cortázar, sobre la angustia de un chico al que obligan a sacar a pasear a “algo/alguien” contra su voluntad. En el clímax del relato leemos lo siguiente:   “No sé cuánto tardé en llegar otra vez a la Plaza de Mayo. A la mitad de la subida me caí, pero volví a levantarme antes que nadie se diera cuenta, y crucé a la carrera entre todos los autos que pasaban por delante de la Casa Rosada. Desde lejos vi que no se había movido del banco, pero seguí corriendo y corriendo hasta llegar al banco, y me tiré como muerto mientras las palomas salían volando asustadas y la gente se daba vuelta con ese aire que toman para mirar a los chicos que corren, como si fuera un pecado” Cuando el chico se da cuenta de la cara que pondrían sus padres, recula y regresa. Sin embargo, hay un desahogo latente que limpia parte del agobio: “Pensaba todo el tiempo: «Lo abandoné», lo miraba y pensaba: «Lo abandoné», y aunque no me había olvidado del Paseo Colón me sentía tan bien, casi orgulloso.”

En Los globos César también recula, limpia (sin que nada sea definitivo) su desesperación. El plano siguiente muestra al padre y al hijo, juntos, en la precaria fábrica donde hacen los globos. Pocas películas argentinas logran con pocos elementos tanto dramatismo sin poses ni sensiblería. Por este y otros motivos, no dejaría de ver El cuidado de los otros.

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