Estados alterados. Películas y extremos

The Other Side  de Roberto Minervini  (2015)

Roberto Minervini hizo una trilogía sobre Texas abordando los márgenes del sueño americano. En este caso se desplaza hacia Louisiana y lo hace sin concesiones, hasta con actitud punk. El comienzo es notable y desconcertante: un hombre desnudo duerme al borde de la carretera y en algún otro costado un grupo de fanáticos antigubernamentales practican movimientos de combate. Sin aparente conexión, a medida que la película avanza asistimos a los entornos de estos personajes y entonces sabremos que forman parte de dos modos de preservación familiar frente a un mundo donde no encajan (o no los dejan encajar). La primera es una pareja de drogadictos, Lisa y Mark. La cámara de Minervini no tiene pudor en mostrar sus actos cotidianos (incluyendo escenas explícitas de inyecciones), sus cuerpos gastados, es decir, no se muestra como un cineasta careta, capaz de disfrazar la naturalidad que el ambiente destila, y esto es un signo que molestará seguramente a varios. Hay momentos incómodos y al límite en este descarnado relato donde el mundo es un gran hotel o una carretera por donde nunca se termina de rodar. A ellos se les unirá un grupo de borrachos que se debaten entre el patetismo y el humor.

De este modo, los saltos de un plano a otro obedecen a cierta idea anárquica donde se es capaz de pasar de un momento afectivo cálido al detalle de una teta con una aguja para concluir en un hermoso plano general en medio de una laguna circundada por árboles. Así de libre es la mirada, siempre abierta a lo cotidiano, con su mezcla de encanto y de horror. Y en ese itinerario, la idea de preservación estará dada por las actitudes de los personajes retratados, desde lo individual y desde lo colectivo. Mark se replanteará su adicción para acompañar a su anciana madre; los otros, un grupo de jóvenes fascistas, lo harán a través de las armas porque están convencidos de que Obama representa una amenaza y declarará la ley marcial. Como si de un juego se tratara, ponen un cartón con su cara y disparan con saña. El estado de locura es lo que reina en Louisiana: la heroína y la pobreza son las consecuencias del olvido o de quienes no subieron al tren del progreso mezclados con fanáticos delirantes que acceden a las armas con total impunidad.

   The Exquisite Corpus de Peter Tscherkassky    (2015)

   

Peter Tscherkassky es un legendario cineasta perteneciente al cine experimental. En este caso, el título de la película remite a la idea surrealista de cadáver exquisito solo que en vez de palabras hay libre yuxtaposición de imágenes sobre la pantalla. Por ende, la vista nunca está obligada a fijarse en un punto ni a establecer cómodas relaciones referenciales. En este notable trabajo, lo sensorial y lo estético predominan ante cualquier conceptualización.

Imágenes edénicas  en blanco y negro de una pareja desnuda son el puntapié para un ejercicio de found footage donde una situación reiterada (aquí una mujer tendida en la arena) genera cierto suspenso en su resolución. En el medio funcionan sobreimpresiones de cuerpos, recomposición plástica y recontextualización de imágenes eróticas, siempre con el objetivo de transgredir la posibilidad de entender el dispositivo cinematográfico como registro de lo real. Hay en ello un gesto político, si se quiere, a partir de una necesidad por actualizar el carácter materialista de las vanguardias del veinte y una fascinación por el funcionamiento mismo del cine como lenguaje.

La seducción sensorial se completa con una banda de sonidos naturales que forman parte del notable soundtrack de Dick Schafer.

Minotauro de Nicolás Pereda (2015)

Cámara fija a la altura del espectador. Interior de un departamento. Un joven (Gabino, actor fetiche del director) come pizza .De repente, se duerme. En realidad, se desvanece como si hubiera muerto. Desde el fondo más bien desenfocado ingresa Paco. Lo mira y su indiferencia parece tenerlo al tanto de una situación que se repite. Será una constante de la película. Los personajes entran y salen de cuadro con lentos desplazamientos; en determinado momento caerán como si sufrieran narcolepsia.  Luego se agrega una joven, Luisa, que vive en un departamento contiguo. Pereda se muestra sólido,  soberbio en la puesta en escena y en la manera en que ilumina naturalmente los ambientes. Lo suyo es el cuidado formal sin concesiones. Parece guiarnos por contagio hacia el estado larval y onírico de los protagonistas, como si nos quisiera transmitir el peso de la existencia y de lo cotidiano. Los ruidos del exterior nunca nos hacen perder de vista ello. Hay una acumulación de objetos en uno de los ambientes pero es escaso el tiempo para su consumo. Cualquier actividad que se inicia es interrumpida por el desvanecimiento. La morosa coreografía visual propuesta abre algunas puertas para arriesgar interpretaciones pero siempre será mejor, en estos casos, dejar de lado las metáforas y entregarse al juego.                        

                    

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