Es inminente una nueva entrega de los premios Oscar. Falta poco para que comencemos a despotricar contra la alfombra roja y quienes conducen la previa con esas voces impostadas y contra la horrible traducción. También, seguramente, están hechas las apuestas, armada la timba, de quienes aprovechan la ocasión para jugarse unos mangos, sobre todo en esas categorías impredecibles. Porque si hay algo predecible en esta edición es la proclama complaciente, no sólo de los discursos y los gestos que se vienen, con su apócrifos vientos de integración, sino en las películas mismas que participan en la competencia principal. A todas ellas las he visto (menos las de Spielberg y Villeneuve, dos remakes por las que no perdería un minuto) de todas ellas he vertido comentarios en diversos lugares, expresiones netamente subjetivas, gritos de indignación o moderadas alabanzas. El repaso por las nominadas al máximo galardón tal vez permita develar el síntoma de esa patología que azota al mundo mediático más conservador: lo políticamente correcto.
Aquí los enlaces:
Belfast, de Kenneth Branagh
Licorice Pizza, de Paul Thomas Anderson
Drive My Car, de Ryūsuke Hamaguchi
Don’t Look Up, de Adam McKay
CODA Señales del amor, de Sian Heder
El poder del perro, de Jane Campion
Rey Richard, de Reinaldo Marcus Green
El callejón de las almas perdidas, de Guillermo del Toro