Los exilios de Dante y Tarkovski

Dante concibió La Divina Comedia, entre tantas elecciones posibles, como un juicio moral hacia sus contemporáneos. En este sentido, podemos considerar la lectura política del texto. El poeta florentino se proclama exiliado no merecedor de tal suerte, consecuencia de un doloroso exilio que lo obligó a peregrinar por gran parte de Italia. En el siglo XIII muchas de las comunas italianas se encontraban divididas en dos facciones ideológicas: los güelfos, partidarios de la autoridad papal, y los gibelinos, seguidores del emperador (ambos términos son importados de Alemania y hacen referencia a la rivalidad entre dos familias). Ambos grupos sostuvieron contiendas por la posesión del mando. Los gibelinos fueron derrotados en 1266 y ello fue una de las causas por las cuales los güelfos se dividieron en Florencia en blancos (agrupados en torno a la familia de los Cerchi) y los negros (capitaneados por los Donati). Los blancos, si bien reconocían la autoridad de la Iglesia, se inclinaban a tener una mayor independencia respecto de la supremacía religiosa. Dante, como gran parte de los descendientes de la nobleza, perteneció al sector güelfo, y como tal desempeñó cargos públicos entre 1295 y 1302, año en que fue desterrado por los negros con la ayuda de Carlos de Valois, aliado con el Papa, quienes tomaron el gobierno de la ciudad. Que el poder fuera una cosa de clanes no es nada original si observamos el presente.

La cuestión es que el poeta fuera de Florencia fue acusado falsamente (ese destino que les toca a tantos nombres de la historia, desde Juana de Arco, pasando por Oscar Wilde y Reynaldo Arenas, entre tantos).

Como bien refiere Daniel Alejandro Capano en El camino de Dante (Biblos, 2021):

«Se lo acusaba de de haber malversado los fondos públicos, por haber cometido baratería, y se lo condenó al exilio, que lo llevará a un penoso peregrinaje por Italia central y septentrional y, sin certeza, a París. Del amargo sentimiento del que se sabe excluido de su patria, encontraremos imprecaciones varias a lo largo de La Divina Comedia. Una de las más recordadas aparece en el Purgatorio:

(¡Ah, esclava Italia, de dolor albergue, /nave sin timonel en gran tormenta/no dama de provincia, sí prostíbulo!)

Pero donde el poeta expone su pensamiento político en forma más orgánica, de un modo doctrinal antes que poético, es en otras obras, como Convivio o Monarquía. Aunque cristiano verdadero, su espíritu laico se declara partidario de la monarquía universal, la única forma de gobierno que garantiza la paz y la justicia a los hombres. Al respecto, Jorge Pérez de Tudela Velazco, en un ensayo que se llama Políticas del poeta, incluido en el libro Dante. La obra total (Círculo de Bellas Artes, 2009), explica muy bien la dinámica del pensamiento político en Dante, cuando aboga por una Monarquía temporal o Imperio, es decir “un principado único y superior a todos los demás poderes del tiempo y a todos los seres y cosas que tienen una dimensión temporal” Es decir, considera esta forma de gobierno como la base de organización política para que los hombres alcancen sus fines, y el fin: la perfección suprema de la humanidad. “Ahora bien: una investigación tan inacabable y tan vasta como la propuesta, ¿cómo podría acometerla la Humanidad (…) si no es en el seno de una organización sin superior, un cuerpo político unitario y total, cuya jurisdicción suprema sea la imperial, la universal monarquía temporal?”

Para Dante, solo la Monarquía garantiza la libertad, y nada puede tener de tiránica en su concepción, ya que la ve como inmune a envidias y deseos de mayor posesión. El emperador ha de asemejarse en lo posible a Dios. Pero el Imperio no es una entelequia abstracta y debe erigirse en perfecta continuidad con el último imperio universal (el romano) en pos de la ansiada paz universal a la que todas las naciones acabarán por adherirse.

Ahora bien, Dante es consciente de un poder rival al anterior, la teocracia pontificia. Entonces, “el buen fiel del amor, vale decir, fiel de teología” que quiso ser Dante, debía resolver este problema y lo que hizo fue audaz: declaró ambas esferas, ambas pirámides de normación, estrictamente autónomas e independientes, tan paralelas como mutuamente aisladas.

“A ese ser intrínsecamente dual (…) no cabe que le convenga ni el solo orden sacerdotal, curial, ni el solo orden imperial (…) Ciudadano de ambos mundos, el hombre habrá de ser así súbdito de dos regímenes, partícipe de una doble Constitución, ambas provenientes de Dios”.

El mal gobierno surge de la interferencia de uno en el dominio del otro. “Dante quiso fundar la unidad intelectiva de un género humano sediento por saber, una comunidad universal en la que todos los pueblos se agrupasen bajo el poder incorruptible de un soberano sin parangón, sobre esas bases buscó la libertad, la paz.”

Dante le hace saber al lector que escribe fuera de Florencia, y que es inocente. Su vida ha pasado de la nobleza a la angustia e incertidumbre, justo a mitad de camino, a los 35 años (1300). Y el exilio es esa experiencia que nos enfrenta a una terrible paradoja: el dolor, la privación de libertad y la imposibilidad de habitar la patria, dan lugar a las mejores obras.

Y aquí hay un eje muy interesante que se nos presenta, a saber, la relación entre el arte y el sufrimiento, el exilio y la escritura, esa comprensión que surge de lo propio a partir de la distancia. ¿Qué se mira?, ¿Cómo se mira? Cervantes concibió el Quijote en una cárcel; Dante dio forma a La Divina Comedia en el exilio, vencido y frustrado, creó este poema sacro que cambiaría la historia de la literatura y la lengua italiana. Como en el cine, la película más rusa de Tarkovski es Nostalgia (1983) y está rodada en Italia. «Atraído por la cultura europea, no dejaba de sentirse extraño en Europa. Su relación con Italia fue tan ambigua como el del protagonista de la película. La historia es la de un ruso a punto de exiliarse que viaja a Italia para tratar de comprender a un exiliado del pasado. Es un estudioso que viaja para investigar a Pavel Sosnovski, un compositor del siglo XVIII, ya que planea escribir el libreto de una ópera basada en su vida.» nos dice Pablo Cappana en El ícono y la pantalla en 2003. El sustrato del argumento es un hecho verídico, pero sin duda tiene resonancia a la situación que le tocaba vivir al director, alejado de su patria. De allí la atmósfera insoportablemente triste que se percibe en sus imágenes. La visión de Italia nada tiene que ver con el sol mediterráneo, la sensualidad pagana o la alegría meridional. Los paisajes se ocultan tras la niebla, los interiores son oscuros y las sombras parecen evocar al Medioevo.

Y al igual que Dante, Tarkovski recurre a los símbolos, viaje y exilio de por medio. Y al igual que la Comedia, Nostalgia requiere de un tiempo de percepción cercano a la poesía, hundido en el sueño. En ambas obras, palabras e imágenes se funden en un mismo propósito: dejar que seamos arrastrados por la intensidad y la energía de sus versos y de sus planos.

No obstante, lo anterior no debería atentar contra una evidencia: se trata de textualidades políticas. Más allá del paraíso y del infierno, más allá de toda postulación de la realidad en la ficción literaria o cinematográfica, el mundo asoma por los cuatro costados. Dante sabrá conjugar perfectamente ambas instancias, la terrenal y la supraterrenal, con sus condenados (funcionarios, religiosos, corruptos, entre otros) y Tarkovski elegirá la figura de Doménico sobre una estatua gritando a los cuatro vientos las porquerías de una sociedad corrupta y de espaldas al pueblo. Las dos voces son las encargadas de transmitir una verdad, de sacudir los sentidos de una humanidad anestesiada, extraviada a mitad del camino de la vida. Pero claro, como dice el tango, primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento. El fin para Dante en la Edad Media es comunicar la revelación aunque el destino final sea el exilio; para Tarkovski, exiliado y lejos de su patria en el siglo XX, es la inmolación. El tiempo marca los llamados de atención.

elcursodelcine

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