Falsch (1987), el primer largometraje de los hermanos Dardenne.

El primer largometraje de los hermanos Dardenne es de 1987 y se llama Falsh. Una curiosidad: se trata de la adaptación de la obra homónima del dramaturgo belga de origen judío polaco, René Kaliski. Una paradoja: ese mundo capitalista tardío que erosiona los vínculos humanos y sociales, y que es un signo omnipresente en toda su filmografía posterior, acá permanece ausente. O al menos, la puesta en escena lo esconde bajo la alfombra.

«En un artículo de 1938 publicado póstumamente (1967), Brecht defendía  el valor revolucionario de la cultura popular y del arte performativo moderno, incluido el cine, pero condicionado por el método teatral. Es probable que los Dardenne compartieran su punto de vista, con su deseo de «limpiar» el realismo de su esencialismo, convencionalismo y falta de responsabilidad. De allí el efecto de distanciamiento y perturbación de una concepción mimética de la realidad que se destacan en Falsch.» (  The Cinema of the Dardenne Brothers Responsible Realism, Philip Mosley)

Los quince primeros minutos constituyen un verdadero desafío al respecto. Joseph, el protagonista, baja una noche de un avión y tiene un ataque al corazón o algo similar. Previamente, las luces de un aeropuerto vacío dejan ver a un joven patinando por sus instalaciones. Pasará un prudencial tiempo para que asociemos ese espacio dramático con una especie de limbo, el lugar de reencuentro con su familia. A partir de allí, y tal como sostiene uno de los personajes, nada es sino la conciencia de lo que pudo haber sido. Afloran recuerdos, surgen instintos y el pasado de la trama familiar deviene progresivamente en un ajuste de cuentas que posibilita armar el tejido histórico: parte de la familia se ha quedado en Berlín a pesar del nazismo para perecer; la otra parte logró escapar a EE.UU e Inglaterra, esos lugares desde “donde todo se ve lejos”. Joseph es el último sobreviviente de un clan podrido.

Los Falsch corporizan al fantasma de una familia y la muerte es un espectáculo decadente devenido en una crónica reconstruida a la manera de un musical con retazos del cine de Fassbinder, Visconti y Resnais, donde pasado y presente son espejos deformantes en medio de la celebración de una caricatura de identidades confrontadas, barridas en medio de recuerdos y culpas. La dinámica teatral de la puesta en escena favorece el desarrollo dramático en un mismo espacio, un aeropuerto espectral que sirve como ajuste de cuentas frente a determinadas decisiones que involucran a individuos y que tienen implicancias morales para el grupo. Jacob es el padre y sobre su figura pesa la voluntad de quedarse en Alemania aún a riesgo de perder la vida. La única fecha histórica en Falsch es 1938, cuando la familia pasó su último sábado junta en Berlín. Joe, estudiante de medicina por aquel entonces, decidió marcharse a Nueva York para salvar a Lilli de los problemas derivados de su romance. Lo acompañan sus dos hermanos: Georg, pintor, y Gustav, actor. Al emigrar escaparon del Holocausto, pero su padre Jacob prefirió quedarse en Berlín. Él, su esposa Rachel, la hermana de ésta y amante de Jakob, Mina, y sus hijos menores, Ben, aspirante a músico, y Bela, perecieron en campos de concentración. La misma suerte padecieron el hijo mayor de Jakob, Oskar, joyero, y su esposa Daniela. Los únicos supervivientes fueron el hermano de Jacob, Ruben y su esposa Natalia, que escaparon a Inglaterra, no lograron establecerse en Palestina después de la guerra y finalmente regresaron a Berlín. Lilli, a quien vemos por primera vez llegar al aeropuerto sola en taxi y mirar a través de la alambrada -siempre la forastera que mira hacia dentro-, murió en un bombardeo aliado.

Si bien, desde un punto de vista formal, la película se pretende diferente de lo que los hermanos filmarían posteriormente, hay cuestiones sobrevolando que veremos en sus películas posteriores: las consecuencias de determinadas decisiones, la responsabilidad moral, los vínculos paternales y las relaciones entre Historia y Memoria.

Pasarán pocos años para que los Dardenne se despeguen de esta puesta en escena propensa al distanciamiento y centrada en la podredumbre burguesa. Como si de un imperativo moral se tratase,  Luc  dará cuenta de un problema contemporáneo que no cesa de discutirse: “para estetizar la realidad, el arte debe desestetizarse” Allí vendrán sus películas más importantes para confirmar el movimiento.

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