La televisión tiene su manera de edificar íconos. Muchos de ellos, incluso, no trascienden más allá de ese momento álgido de popularidad, ya sea por la fuerza que adquieren en la pantalla y que les impide progresar fuera de ella, o por su problemática vida privada. El caso de Jan-Michael Vincent es elocuente. La imagen del actor nacido en Denver, Colorado, ha quedado asociada a la serie Airwolf (Lobo del aire) principalmente, más allá de haber participado en numerosas intervenciones televisivas. Su camino en el cine se inició en 1967 con un papel en The Hardy Boys: The Mystery of the Chinese Junk, y en ese mismo año obtiene también un pequeño rol en The Bandits de Robert Conrad y Alfredo Zacarías, un western cuya trama gira en torno a tres norteamericanos se involucran en la lucha mexicana contra la intervención francesa. De temática similar son Journey to Shiloh (1968, William Hale) y The Undefented (1969, Andrew V. McLaglen). De 1971 es Going Home de Herbert Leonard, donde tiene un papel en el film cuyo protagónico es del gran Robert Mitchum, y de 1972, The Mechanic de Michael Winner, al lado de otro gigante, Charles Bronson. Recuerdo haber visto en alguna función de matiné a Vincent en la piel de Nanu, El atleta más grande del mundo (Robert Scheerer, 1973), una comedia familiar que le hizo ganar más popularidad, conjuntamente con sus paralelas apariciones en diversas series de TV. Durante la década de los noventa, y tras el coletazo de Airwolf, el actor participó en varios filmes, Beyond the Call of Duty, Midnight Witness y Ice Cream Man, entre otros, pero de mayor trascendencia sería aquella que coprotagonizó previamente en 1981 con Kim Basinger, Hard Country, dirigida por David Greene. Al parecer, los últimos años de la carrera y vida del actor fueron turbulentos debido a sus problemas de alcoholismo y otras complicaciones que lo llevaron a su muerte.
