Los inicios de la carrera cinematográfica de Edith Scob a fines de los cincuenta están vinculados con Georges Franju quien la dirigió en dos películas consecutivas con la misma particularidad: no vemos su rostro por mucho tiempo en pantalla. En La tetê contre les murs (1959) interpreta un rol secundario; en Les Yeux sans visage (1960), película de culto si las hay y faro para tantas otras (La piel que habito de Almodóvar, por ejemplo), una máscara cubrirá su cara, en una mezcla de horror y lirismo inolvidable.
La actriz nació en París en 1937, fue estudiante de literatura e ingresó al mundo del cine cuando desarrollaba sus primeros pasos como actriz. Con Franju volvería a encontrase más tarde en Thérèse Desqueyroux (1962), Judex (1963), el homenaje del realizador al folletín de Louis Feuillade, y Thomas, l’imposteur (1965), sin embargo, su importancia en la pantalla terminaría de consolidarse al trabajar con otros grandes directores de la talla de Luis Buñuel (La vía láctea) y de Raúl Ruiz (La comedia de la inocencia y El tiempo recobrado). También interpretó singulares papeles con Oliver Assayas, Pedro Costa, Mia Hansen Love y Léos Carax. En Holy Motors su aparición es un claro guiño a la película de Franju que la consagrara. Enorme actriz que nos deja con una extensa carrera. Allí están las películas, quedan las imágenes.