Esa mujer (Jiang hu er nü /As Pure As White) de Jia Zhangke, 2019

EL PERPETUO DEVENIR

Puede que Jia Zhangke sea el Heráclito del cine contemporáneo. No sólo porque toda su filmografía apunta a dar cuenta de las transformaciones en China, sino porque sus propias películas parecen verdaderos viajes donde nadie se baña dos veces en el mismo río. Para países complejos, cineastas complejos (en el mejor de los sentidos). Pero de qué otro modo es posible mostrar los cambios vertiginosos, de qué manera referir sino es a través del carácter alucinatorio del cine en lo que se ha convertido China. La dinámica de cambio que, en el presente, parece evocar las máximas presocráticas sobre el movimiento permanente desde un espacio (la pantalla) donde todo parece tener cabida.

Esa mujer incluye al comienzo una escena de baile al ritmo de Village People y promediando el final la increíble protagonista ve un ovni en el cielo estrellado. Así son las cosas en esta historia durante siete años a través de los cuales se teje el drama de una pareja cuyos cambios emocionales y turbulentos corren paralelos a los del país. Uno de los extremos temporales (2001) es mostrado a partir de una escena documental en un colectivo, una imagen de video digital con los pálidos colores tan característicos del director y un modo de entrar al espacio en el que nace la acción. Luego, los códigos genéricos gangsteriles funcionan para introducir un férreo linaje con idea de la hermandad en un universo masculino que chocará con los otros códigos, los del amor. Así, tradición y actualidad operarán en un doble sentido: cultural y sentimental. Y en el medio, la maestría de Jia para construir momentos únicos en pantalla.

Una historia de amor transcurre a la velocidad de un tren a lo largo de dos décadas, en diferentes lugares. Los cuerpos y la ciudad mutan inevitablemente, productos de una economía cuyas reglas plantean otras modalidades en el juego de las relaciones humanas, hecho que el director no subraya discursivamente. Su lógica es la del detalle, la que se sostiene a partir de los rostros y los cuerpos, ya sean de los protagonistas como de los otros, esos trabajadores que suelen estar en sus películas y marcan ideológicamente todo aquello que las palabras arruinarían en manos de los terroristas de diagnósticos terminales. Cineasta del tiempo, cronista inigualable de los embates capitalistas y sus consecuencias.

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