34 Festival de Cine de Mar del Plata. Angela Schanelec

Angela Schanelec es una realizadora alemana y participará en la Competencia Internacional del 34 Festival de Cine de Mar del Plata con la película Yo estaba en casa, pero (Ich War Zuhause, Aber). A juzgar por el catálogo, se trata de una experiencia donde prima «la belleza estética» por sobre los hechos, una afirmación que bien podría aplicarse al ochenta por ciento de los títulos que circulan en diversos certámenes anuales. Sin ir más lejos, la directora misma establece una genealogía con directores como Ozu y se refiere a «una forma pura». Más allá de cierta tendencia recurrente, siempre los resultados suelen diferir según de quien se trate. En el caso de Schanelec, he visto varios de sus filmes anteriores Entre ellos, destaco en primer lugar Tarde (2007), cuya precisión resulta tan notable como asfixiante por momentos. Con una mirada distanciada, la cámara recorre los cuerpos y los espacios de una familia de intelectuales en una casa apartada de la ciudad. La intimidad es ese lapso privilegiado de tiempo que invita a las preguntas (es recurrente la situación de diálogos entre pares de personas) y en esos interrogantes está la clave de su cine, construido a partir de fragmentos de letargo existencial, como si todo perteneciera al reino de la somnolencia. Actos cotidianos, vínculos frágiles y jóvenes viejos en una casa donde las horas aparecen empantanadas. Sollozos, ataques de leve histeria y dolor contenido. Los lazos problemáticos entre una madre y un hijo serán el núcleo dramático que apenas asoma y se resuelve en una escena final poética como enigmática. Tal vez sea la discreción el rasgo sobresaliente de Schanelec y un método de lejana observación orientado a capturar el tiempo.

Algo similar vemos en Pasando el verano (2001). Apenas tres minutos de diálogos (una conversación donde se mencionan seis países al menos) anticipan el carácter de los personajes, en tránsito absoluto. «Adiós Alemania» dice uno de ellos, como si ello fuera a cambiar su situación interior. Los planos fijos y la predilección por los espacios naturales o aislados confirman y acompañan una constante en su filmografía: todas las cuestiones se dirimen verbalmente cuando el tiempo se parece detenerse. No obstante, a diferencia de otros cineastas, la cámara de Schanelec se corre como si viviera al margen de lo cotidiano y esa distancia es tan necesaria como tormentosa para el espectador, en tanto y en cuanto las imágenes azuladas y frías forman parte de un hastío donde ni un polvo se salva de los libros. Lejos de un conflicto central, con un centro que parte de una protagonista escritora, el territorio que marca la directora alemana es una superficie que invita a descubrir aquello que permanece oculto. En cada uno estará la voluntad por desplazar el velo.

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