35 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA. LO QUE RESTA DEL DÍA

1-

La última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata se desarrolló en forma virtual y con un menú reducido de películas y algunos parches lógicos si se tienen en cuenta las circunstancias extraordinarias en que debió desarrollarse. Se eligió la continuidad pese a todo y creo que está bien. Peor es nada. No obstante, la sensación es que participar de un evento así mirando películas en casa es similar a ver los partidos de fútbol en este año pandémico con un disc-jockey que larga sonidos de tribunas. Un festival privado de la concurrencia del público a las salas es una mala fotocopia, inevitable, pero mala al fin. Ni hablar de lo que significó para ciertos títulos que se vieron afectados en imagen y sonido al privarlos de su espacio natural. Pero es lo que hay y fue lo que hubo.

2-

Una mirada general sobre la programación. Primera cuestión: varios largometrajes que podrían haber sido excelentes cortos. Sigue siendo una cuestión fundamental en el cine contemporáneo la duración de las películas. La era digital reformuló las posibilidades del corte y es visible un cierto sesgo arbitrario en el trabajo de montaje y edición. Esto se ve en una considerable cantidad de títulos extraviados en horizontes narrativos inciertos y en otros que se organizan en torno a un recurso que se agota rápidamente. Se trata de películas a las que se puede entrar en cualquier tramo sin que ello signifique una modificación sustancial en la percepción del conjunto. Como contrapartida, hubo un parámetro más lógico: varias seleccionadas tenían una duración aproximada de 70 minutos. ¿Es una tendencia? Tal vez.

3-

Lo anterior permite hablar de momentos. Dentro de una selva de signos recurrentes, de buenas intenciones o ideas que se resignan a cumplir con una agenda como si pidieran perdón en lugar de explotar la ficción libremente, existen puntos luminosos, hallazgos, epifanías, o como se les quiera llamar. Uno de ellos está en Homelands, de Jelena Maksimovic, que participó de la Competencia de Estados Alterados. Más de la mitad está consagrada a lugares reconocibles en el circuito festivalero: una mujer llamada Lenka llega a un pueblo de Grecia donde funciona un centro de esquí. El funcionamiento comercial del presente contrasta con un pasado traumático y el documental se ocupa de presentar paulatinamente la información en esa doble coordenada temporal. Sin embargo, la secuencia final escapa a la recurrencia y se distingue por su desgarrada poesía. Se trata de un plano secuencia con un monólogo extraordinario, donde se puede escuchar cosas como “Pienso que la guerra contra la naturaleza es un ajuste de cuentas con el comunismo”.

4-

Todo por dos pesos. Hong Sang Soo continúa apostando a la conversación entre personajes como pilar expresivo, sobre todo entre mujeres, a los rituales gastronómicos, a las interminables bebidas y a un registro donde lo maravilloso surja de la banalidad cotidiana. Y lo logra. El secreto es la espera. En The Woman Who Ran, una mujer cuyo marido se ha ido por viaje de negocios, visita a sus amigas. Es la excusa para que surjan las inseguridades de los vínculos amorosos, los deseos y las frustraciones. Mientras aguardamos para que algo pase, lo que pasa ya es importante: la incomodidad de sentirnos vulnerables, inestables, de que la vida transcurre mientras ocupamos nuestro tiempo con planes inviables. Pero no hace falta gritar para ello. Hong lo sabe.

El momento retro. Un rescate emotivo. Al morir la matinée, de Maximiliano Contenti, no solo es un digno ejercicio de género/homenaje al giallo y al slasher, sino un muestrario de libertad infrecuente en estos circuitos. La película no le teme a los arquetipos, es más, los celebra y nos mete en la hermosa burbuja de las enormes salas donde podía pasar cualquier cosa en la oscuridad. Lejos de refugiarse en los cómodos lugares de la trascendencia, el realizador apuesta por la inmediatez y la materialidad para evocar aquellos rituales en los que uno se metía a ver terror sin condicionamientos.

5-

En la Competencia Internacional he destacado algunos títulos que me parecieron estimulantes. Agrego Nosotros nunca moriremos, de Eduardo Crespo. Basta ver el comienzo, tan hermoso como estremecedor, para comprobar la justa distancia que el director mantiene para apreciar el dolor sin necesidad de regodearse. Hay una fuerza en toda la película que no se dice, que se siente emocionalmente. Y todo ello aparece en la primera secuencia: el cuerpo de un joven a la luz del día en un entorno natural, posteriormente la madre con su otro hijo para seguir viviendo como se puede. La ausencia del cuerpo reemplazada con los objetos que le pertenecían, entregados fríamente por la policía, una absurda manera burocrática de sustituir una identidad. El resto, un viaje fragmentario con pudor y un carácter ameno en medio de la tragedia.

elcursodelcine

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