Postales sobre los primeros filmes de Bergman

Música en la noche (1948)

Para Bergman, hacer esta película significaba “meter los demonios en un saco viejo” y no buscar mayores pretensiones más que afianzar una manera de contar historias. Se trató de un producto decente que funcionó bastante bien. Lo que muestra Música en la noche (como gran parte del cine de Bergman en esta etapa) es una fusión de tres ejes. Por un lado las diferencias de clase, por otro el modo de funcionamiento de las instituciones con respecto a cuestiones como el casamiento, enfoques que marcan la brecha generacional y la moral de la sociedad sueca de entonces, y también se van asomando preocupaciones de índole existencial (aquí con la ceguera y sus implicancias). Y por supuesto el trabajo sobre los primeros planos, sobre todo femeninos, que será una marca autoral reconocible.

La sed (1949)

Una zona oscura, una zona iluminada. Los amantes cabeza a cabeza. Luego, el hastío y el encierro mutan en un paisaje. Los claroscuros cambian con los estados de ánimo de la pareja de amantes. La película cierra justamente con una frase que anticipa este camino bergmaniano de deconstrucción de la idea de pareja: “Es mejor el infierno juntos que estar solos en independencia”.

Tortura (1944)

Toda esta etapa temprana del cine de Bergman está atravesada por un determinismo moral, por ideas de juicio y condena recibidas por vía familiar. El acoso escolar está mostrado primero bajo una impronta expresionista en el asedio hacia el niño (véase la arquitectura y las angulaciones que usa) y luego en la tortura psicológica que ejerce el profesor. Toda la secuencia es un modo de mostrar el carácter estricto de los claustros, con sus perversiones. Pero al mismo tiempo está la necesidad generacional de transgredir. Dos polos de tensión que marcan a la vez las mismas tensiones generacionales de la Suecia de entonces.

Prisión (1948)

Sin lugar a dudas su primer obra personal es El demonio nos gobierna (1948) o más exactamente Prisión, en traducción literal. Este es su sexto film pero el primero sobre guión e idea originales. Podemos afirmar que en él ya se encuentra todo el Bergman posterior. La película se abre con un prólogo en el que un viejo matemático se acerca a un estudio de filmación para proponer un film que demuestre que el mundo está regido por el Mal, es decir el mismo demonio es quien digita los destinos humanos. Tanto el director como los actores presentes en el lugar se burlan de las ideas del viejo. Inmediatamente después una voz en off nos informa que ese prólogo ha sucedido seis meses antes de los eventos que vamos a presenciar, nos indica el título del film, los actores y demás elementos de la ficha técnica.

La historia que continúa tiene como protagonistas a aquellos personajes que vimos en el prólogo y vienen justamente a ilustrar la tesis del profesor: «la vida traza una parábola cruel y voluptuosa desde el nacimiento hasta la muerte».

De este modo el film que vemos se revela entonces como la ilustración de aquella idea, que paradójicamente es rechazada por el estudio argumentando la imposibilidad de su realización, ya que si la vida misma carece de sentido no se puede arribar a conclusión alguna.

Hacia la felicidad (1950)

El flashback asociado a la idea de viaje mental. Como forma cercana a la ensoñación. Un ejemplo de ello lo tenemos en Hacia la felicidad donde toda la historia de una pareja es contada a partir de la muerte de la mujer y sólo los primeros y los últimos minutos del film se hallan en tiempo presente, el resto son evocaciones tanto del protagonista como de otro personaje secundario.

Dice Bergman: “Hacia la felicidad es una película desesperadamente irregular, pero tiene cosas aceptables. Una escena buena es la disputa nocturna entre Stig Olin y Maj-BrittNilsson. Es buena gracias al talento de Maj-BrittNilsson. Es auténtica porque muestra de una manera honesta mis propias complicaciones matrimoniales.”

Juventud divino tesoro (1949)

La evocación también es la estructura central de Juventud divino tesoro(1949), (film que descubrió a Bergman para el público rioplatense iniciando la bergmanofilia local). Vivir para recordar, recordar para intentar comprender, parece ser la consigna de todo un período en el que el tema del abandono de las ilusiones juveniles tiñe los films de una nostalgia agridulce, una suerte de paraíso perdido aun en sus incursiones más «livianas».

Mari (Maj-Britt Nilsson), una bailarina de ballet que empieza a acercarse al fin de su carrera, recibe el diario de Henrik (Birger Malmsten), su primer amor en un lejano verano. En el recuerdo, Mari se reconcilia con una pasión que ya no encuentra en su arte («por el rostro nos darían cuarenta y cinco años y nuestro cuerpo parece de diecisiete», le dice una compañera, «pero tenemos veintiocho»). Por medio de sucesivos flashbacks asistimos al nacimiento de ese amor, un amor puro y pleno como ya no será posible después.

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