Lars and The Real Girl (Craig Gillespie, 2007) ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?

El principal inconveniente con esta clase de películas pertenecientes al cine americano independiente es su propensión a la banalidad, a la frivolidad y al engaño detrás de su aparente libertad. A veces, incluso, pecan de una inocencia poco creíble, o más cercana al universo moral de las fábulas clásicas de la industria. Cualquier burla inicial de la comunidad pronto es sustituida por una compasión altruista.

La primera imagen de la película es la de un hombre joven, retraído, mirando a través de la ventana, como si estuviera apartado del mundo. Un individuo que se repliega, que se esconde. Que utiliza la puerta para que interfiera en el diálogo con su cuñada. Obsesivo por los detalles, sufre con cualquier cambio que altere una estructura de vida.

Pero también sufre el imaginario del mandato (cuando sale de la iglesia, una señora lo incita con sus preguntas a tener novia o a declararse gay). Y Lars arroja la rosa que le da la mujer porque se corre, se desvía de los clisés, no los soporta. Y lo hace justamente cuando se acerca una joven a saludarlo.

Su conducta se aparta (y desconcierta) a todo aquello que la comunidad considera como normal. Entonces, la posibilidad de una muñeca se da en un momento clave. Clave porque hay dos modelos de chicas en su ámbito laboral: una real, concreta, una compañera llamada Margo a la cual no se atreve acercarse; el otro virtual. Luego, no pasará mucho tiempo para que se inviertan los valores.

La forma en que su cuñada lo quiere retener es simbólica de lo que una sociedad hace para obligar a los demás a incorporarlos a la dinámica institucional. Y Lars parece ser esa clase de personas a las que no le gustan que le hablen con clisés. Lo padece.

Seis semanas después, llega la caja, “la chica real”, el ser capaz de iluminar su mundo de colores marrones.  ¿Cómo interpretar ese pasaje al acto? ¿Es una reacción contra el mundo, un llamado de atención, una fantasía subversiva o un puñetazo en el rostro a la automatización de su hermano y su cuñada? Al mismo tiempo, ¿es una parodia al dogma católico su pedido de que la alberguen para dormir separados hasta que se casen? En una escena anterior en la iglesia un cura hablaba del amor real. Vemos esto y parece un chiste.

Y entonces ya tenemos a Bianca, que ha sido criada por monjas, es mitad brasilera y mitad danesa. Todo lo referirá Lars sobre ella, como un Dios que nombra y da vida a imagen y semejanza. “Es tímida” les dice, y no podemos menos que esbozar una sonrisa ante tal ironía. No obstante, como en el Quijote, es también una monomanía, una especie de locura creativa tendiente a construir un relato progresivo que justifique su propia osadía existencial, la que pone en crisis al resto de la comunidad.

Una reacción es la institucional: médicos. La otra es la que afecta el status: qué va a pensar la gente. Por otro lado, la reacción de la psicóloga es el principio de una serie en cadena que parece seguir el precepto de que “a los locos hay que darles la razón”. “Síganle la corriente” les dice.

Cuando su hermano le dice “que es un pedazo de plástico”, Lars replica “Bianca dice que así la hizo Dios para ayudar”. Como el Quijote siempre tiene un argumento a mano para escudarse en su mundo. Sin embargo, aquello que consideramos anormal en algunos no difiere tanto de lo que hacen otros, si de buscar sustitutos se trata. El fetichismo, el amor por animales y objetos que encubren otras cosas, es algo de lo que parece no salvarse nadie.

Luego, en el consultorio Lars hablará de Bianca, pero en realidad nos damos cuenta de que habla de él: ella es la proyección fetichista de sus propios miedos e imposibilidades. ¿Es la respuesta a su hermano, quien tiene una mujer y una vida armada? Cuando habla de su cuñada, ¿no habla de sí mismo? Habla de sus fobias. Ello justificaría la necesidad de una muñeca: no abraza, no habla, no exige.

Lo curioso es que el resto de la comunidad necesitaba de la ficción de la muñeca para empezar a verlo. Como Lars mismo necesitaba de ella para comenzar a mirar a Margo (con amor). Ahora, el paso siguiente es la muerte.

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