Otras voces, otros ámbitos. Pasolini y los otros

La expresión otras voces, otros ámbitos, además de ser el título de un gran texto de Truman Capote, pertenece al propio Pasolini (de quien se cumplieron cien años de nacimiento en estos días) y aparece citada en un libro de Costanzo Costantini sobre Fellini. Pier Paolo la utilizó cuando le preguntaron por su vínculo con el legendario Federico. A la luz de la historia (cuando no es ensombrecida por algún descuido intencional), el tiempo le ha dado la razón a Pasolini. Cineasta, escritor, pensador, ese rayo que nunca cesa, poco tendría que ver finalmente con sus contemporáneos, con los cuales ya no había posibilidad de entendimiento y por una sencilla razón: fue un genuino cristiano capaz de ofrecer su vida al prójimo, de construir una obra desde un radical humanismo incapaz de ceder a la tentación corporativa y cultural. Decir muerte acaso sea un eufemismo frente a la truculencia en que terminaron con su vida. Y decir crimen pasional tal vez sea una carátula acomodaticia para encubrir las verdaderas intenciones de un aparato estatal que se venía armando para décadas lamentables en Italia y en otras partes del mundo, por supuesto. Pasolini era un tipo incómodo por donde se lo mire, pero un monstruo pensante, una energía creativa que mutaba siempre que el resto se conformaba con los lugares seguros. Luego de Teorema y de Saló, tenía en vistas una historia “porno estelar” donde un cometa que pasa por la tierra es el mesías mientras asistimos a una orgía en los bajos fondos de Roma. ¿Quién de sus coetáneos se hubiese atrevido a tanto? Solo alguien que, como Pier Paolo, intentó despertarnos siempre del sueño en el que vivimos prisioneros. Solo alguien para quien la vida es parte de su obra, donde la experiencia no es únicamente un recuerdo para ser narrado.

Pasolini no podía hacer cine como los otros. Y los otros, pese a que le reconocían su talento, no pasaron de Accatone. Dicen que paseando con Fellini y Moraldo Rossi por la Piazza del Popolo, Pier Paolo les confesó: Les aseguro que lo más hermoso en el mundo es hacer el amor. Parece ser que Fellini respondió: ¿Pero qué dice este? Habla de amor, como si hacer el amor significara que te den por el culo» Los mundos incomunicables también formaban parte de un imaginario donde no solo las pasiones o los intereses eran inconciliables, sino donde reinaban los prejuicios. Sin embargo, la mecha de Pasolini nunca se apagó.

¿Qué quedó de él en este mundo de gacetillas, newsletter, blogs, en el cual el comentario suple al discurso crítico? Me lo pregunto frecuentemente y pienso. acaso hayan ganado los otros, los fantasmas de entonces, los vampiros del mercado, la crítica mediática, los ídolos y los gurúes que prometen gatos por liebres. Siempre es necesario volver a Pasolini. Acaso para rever nuestras contradicciones.

elcursodelcine

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