37 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA. NÁUFRAGO, de Martín Farina y Willy Villalobos.

Vi una sola vez Náufrago, la película de Martín Farina y Willy Villalobos. Fue durante el desarrollo del último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Lo primero que tengo para decir atañe a una necesidad: hay que verla en el cine y, en lo posible, con una buena sala equipada. Esto no excluye otras variables de proyección ni condiciona su carácter estético, pero sí hace un acto de justicia ante una obra artística que potencia la experiencia de vivir un lenguaje y un trabajo a partir de su naturaleza alucinatoria. Tanto Farina como Villalobos parecen conscientes de que un montaje puede hacer milagros si se moldea la realidad filmada y se la materializa en algo distinto, más cercana a los sueños, más ligada a la poesía. Y tampoco parecen renegar de las posibilidades tecnológicas, supeditadas a crear nuevas experiencias en la sala. Hace unos años escribía esto de Favula (2014) de Raúl Perrone: “Pero además es notable la materialidad que adquiere el sonido. Es en este campo donde la experimentación se hace más rica porque sugiere, al mismo tiempo, un nuevo horizonte de exploración en este terreno. Si la historia del cine se ha ocupado (lógicamente) de las imágenes, empecemos ahora a valorar la materia sonora como parte del juego”. Al igual que el maestro de Ituzaingó, Farina y Villalobos aprovechan las posibilidades de combinación del sonido con las imágenes, y con ello expanden la misma noción de película, rompen distinciones genéricas y evitan convenciones narrativas y discursivas. Sería fácil catalogar esto como experimental, pero delataría cierta pereza porque solo es una parte del asunto. Si hay algo que conecta a Náufrago con la naturaleza del cine es su carácter onírico, para extraviarnos en un viaje sensorial, como en esas ciudades que uno recorre para no encontrar rápido la salida, evitando las guías, eligiendo oler, oír, tocar por cuenta propia, o como en esos sueños en los que queremos despertar y no podemos, o elegimos quedarnos pero despertamos.

Ahora, ¿de qué va este viaje? ¿Es una sesión de hipnosis? Una voz en off (la de Villalobos) nos habla con el tono propio de un estado de trance mientras las imágenes dan cuenta de un barco que zarpa en medio de una tormenta. La parte visual es alucinante e incluye detalles de sonidos que me remiten a lo que Bergman logró en el inicio de Persona (1966) y que el buen sistema de audio de la sala permite apreciar. En materia discursiva, las palabras van recogiendo fragmentos de la memoria entrecortadamente. Del mismo modo que las olas dejan restos en la orilla del mar, pescamos los signos de esos recuerdos sueltos: Perón, Evita, Isabel, la militancia, los compañeros, las detenciones, la tortura, el exilio Néstor, y el presente en Cabo Polonio, Uruguay. Pareciera que no hay otra forma de exorcizar el dolor que no sea a partir del estado hipnótico. Y del mismo modo que las palabras evitan caer en la cárcel de la transparencia referencial, las imágenes construyen su propio itinerario fotográfico, enlazadas, mancomunadas en el mismo misterio. Son unos sesenta minutos de impacto emocional y de hermoso desconcierto. Si, justamente como se escucha, lo propio se vuelve extraño, ese desdoblamiento de raigambre chamánica logra encontrar una voz posible, capaz de lidiar con los fantasmas del pasado. No parece fácil, como tampoco lo es congeniar con esas tormentas de arena, con las inclemencias climáticas en un refugio casero, de espaldas al mundanal ruido de la llamada civilización. La naturaleza cobija, pero también obliga a devolver.

Por supuesto que el montaje de la película tiene un sentido posible, sin que esto signifique agotar diversas interpretaciones. La secuencia final es el lado claro de la luna, el momento en el que Villalobos y dos compañeros, Fito Bergerot y Sergio Langer, comparten una comida. Pero ahora el registro conversacional hace foco en lo documental en su variante más conocida, pero no menos potente. Como es habitual en el ojo de Farina, los actos cotidianos adquieren otra dimensión, al punto que los detalles de las manos preparando algo, amasando en la previa, no son mirados desde ángulos convencionales ni mucho menos, al igual que los pequeños espacios de la casa, ventanas, marcos, puertas. Es decir, la lógica del lenguaje de los sueños continúa diseminándose en universos microscópicos. Pero lo central es la charla entre amigos. Una pregunta activa el recuerdo de una época de pibes militantes y una mirada que abarca varias aristas que van desde la reivindicación de ciertas decisiones hasta la evaluación e intento de comprensión desde el presente. Hay un momento increíble y es cuando uno de ellos confiesa la edad que tenía entonces, 22 años, edad durante la cual eligió regresar al país en plena dictadura con una misión, cómo vio que las circunstancias eran absolutamente imposibles para quedarse, cómo se le cruzó la idea de matarse para no ser chupado y la terrible decisión de escapar. Se escuchan entonces dos palabras vinculadas a la filosofía de Kierkegaard, de profundo impacto y que para mí no solo condensan el contenido del relato, sino de la película misma: terror y temblor. Acaso las cite mal o me traicione la memoria, pero si no fueran esas, el significado es parecido. Y representan el hilo que une a las dos partes, conectadas por dichos sentimientos aunque manifestados por registros enunciativos diferentes. El terror está más bien provocado por todo aquello que no vemos e imaginamos, por las pausas y los silencios; el temblor es la sensación que une a quienes están del otro lado de la pantalla y los espectadores. Lo paradójico es que todo esto esté expresado con tamaña belleza.

elcursodelcine

6 Comments

  1. Estimado Colantonio, muy agradecido por su reseña de Náufrago, es muy justa, desde la misma recomendación a ser vista en una sala, para disfrutar de esa mixtura de imágenes y sonido, tan lograda como un sueño, que usted valora. Mérito de los directores y del montaje, sin duda.
    Me tomo el atrevimiento de pasarle el enlace a algo que escribí sobre el film, y que Oscar Cuervo tuvo la generosidad de publicar en «La Otra»: https://tallerlaotra.blogspot.com/2022/11/naufrago.html
    Saludos!

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