Viedma, la capital que no fue, de Jorge Leandro Colás, 2023

El espacio usualmente es el protagonista en los documentales de Colás. En esta oportunidad es evocado desde una condición fantasmagórica. Las primeras imágenes con un hombre recorriendo un paisaje y transitando el recuerdo de aquello que pudo haber sido inauguran el tono de la película, su halo de tristeza, pero al mismo tiempo de extrañeza ante un proyecto descomunal cuyas consecuencias políticas aún siguen deambulando en el terreno de las conjeturas. Como es de público conocimiento, en 1986 el entonces presidente Raúl Alfonsín intentó trasladar la capital a Viedma, en Río Negro. “Crecer hacia el sur, el mar y el frío” se repetía como lema recurrente en los discursos. Con imágenes de archivo y una multiplicidad de testimonios, Colás da forma a un tablero de opiniones y versiones sobre lo acontecido. La heterogeneidad de voces conforma un cuadro fascinante y al mismo tiempo devela los movimientos misteriosos detrás de cada discurso, principalmente de aquellos vinculados al poder mediático de siempre. 

En este sentido, se da cuenta de  las tramas visibles y ocultas de un proyecto calificado como “conmoción” para quienes residían en tierras del sur. El punto de partida es común a todos: qué se recuerda del momento en que comenzó a circular la versión. Las confrontaciones entre expectativa y realidad ganan progresivamente terreno a medida que avanzan los minutos, al igual que la siniestra intervención de grupos económicos y corporaciones periodísticas que ya sabían cuándo bajar de un plumazo la propuesta.  Mientras algunos sectores ven el proyecto como la oportunidad para reunir a todas las fuerzas partidarias, otros lo califican de quimérico e irrealizable. Mientras unos creen en el progreso económico y cultural de la región, otros intentan persuadir de que en realidad Viedma, en definitiva, se transformaría en una villa aledaña a la capital trasladada.

Y si bien el tono general de la película pueda verse afectado por un aroma de documental institucional, son innegables la riqueza informativa y la labor de montaje para crear momentos jugosos. Uno de ellos pone en escena a un periodista de Clarín, ansioso por dar la primicia del traslado hasta que su jefe derrumba la idea con la siniestra sutileza de los poderosos: se sabía de las órdenes dictaminadas por organismos internacionales. La versión oficial es que todo se frustra por falta de fondos en medio de una crisis económica galopante; la otra, ya es parte del acervo testimonial que el documental se encarga de mostrar con la recurrente habilidad del director. Eso sí, ver algunas caras del pasado dan náuseas.

Pero la película abre con el espacio propiamente dicho y el paisaje estará siempre presente. Como si abrazara al mundo retratado, de actores y palabras, lo veremos en aquellos planos de descanso que Colás inserta y en la escucha de ese viento tan característico del lugar. Después de todo y más allá de la coyuntura política, detrás hay un cineasta.

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