Lo mejor de 2023. Primera parte.

De todas ellas he escrito en este blog. De todas ellas guardo un recuerdo, una imagen, algo que me permitió confiar más en la vida y en el cine del presente, sin imaginar necesariamente el futuro.

Amigas en un camino de campo, de Santiago Loza, 2023

«Puedo sentir qué pasa/respirando muy despacio. Son las dos primeras líneas de la hermosa canción que cierra la última película de Santiago Loza, Amigas en un camino de campo. Esas mismas palabras bien podrían dar cuenta de la experiencia perceptiva, del tiempo necesario para que nuestra mirada se interne en una propuesta estética, intimista, cuyo ritmo es homologable a la lectura y la cadencia de un poema, y donde cada plano se planta como un verso. El vínculo con la poesía no es necesariamente temático ni tampoco está obligadamente supeditado a la evocación de la escritora bahiense Roberta Iannanico. La conexión es profunda y se da a nivel formal. Loza, con la justa duración, logra que una mínima historia cobre una dimensión emocional gigante, sostenida por elipsis, silencios y apenas unos toques musicales que ofician como separadores de estrofas. Es decir, la materialización visual de un poema más allá de que se lean poemas durante la película.»

Canción sobre canción, de Fernando Arca, 2023

«Por una vez, un documental escenifica la intimidad sin el habitual narcisismo, confía en sus protagonistas, en la capacidad del habla para abordar temas profundos sin poses académicas ni tratados. Y esto se lo debemos no solo al gesto inteligente de Arca sino a la comunión entre Herrero y González, quienes son conscientes de ser filmados y no actúan para disimularlo. Por eso la película fluye en el tiempo justo mientras las canciones se ejecutan y luego se conversan. Las razones de Liliana son poéticas, las de Horacio las completan. Y ambos dan forma a un acercamiento emocional y reflexivo a la obra de Fito. En un momento, desde la más absoluta cotidianeidad e informalidad, González parece hallar esa idea clave que sobrevuela toda la carrera del músico: girar, no estarse quieto, rodar (y no se necesita citar a Derrida para lucirse). La tarea no es fácil porque hablan también de un amigo (de allí el esfuerzo muchas veces por elegir las palabras justas).»

Daaaaaali! de Quentin Dupieux, 2023

«Digamos que en términos racionales la historia gira en torno a una periodista que desea entrevistar a Salvador Dalí y fracasa con varios intentos. Pero como se trata de Salvador Dalí y de reírse de las excentricidades del mundo artístico, y de homenajear al surrealismo, Dupieux nos sumerge en un delirante sistema de cajas chinas con gracia e ingenio. Para ello, y como en los sueños, las situaciones obedecen a lógica de un Loop musical y todo se vuelve un disparate genial. El propio Dalí es interpretado por diversos actores para parodiar la trillada idea de que su personalidad es de por sí una obra de arte. Como en Yanick, siempre hay temas que asoman sin estridencia, pero que están. Uno de ellos es la problemática de los trabajadores que provienen de los suburbios. En varias oportunidades, el productor trata a la protagonista de barista frustrada. Es apenas un eslabón dentro de una cadena sutil de discriminaciones en medio de la pedantería y la ostentación. Y si bien el esnobismo está presente, sobre todo en lo que concierne al negocio del arte y del cine, nunca la mirada de Dupieux se perfila desde torres de marfil con personajes estáticos e insoportables al estilo de Cohn y Duprat, quienes han transitado tópicos similares. Por el contrario, Daaaaaali! interpela e invita al espectador a sumergirse en una película que podría haber sido infinita, que se niega a concluir y que, incluso en su condición de boceto, es absolutamente agradable. La irreverencia, en este caso, no cancherea ni expulsa. Voilà!»

Elena Sabe, de Anahí Berneri, 2023

«Basta mirar la primera secuencia para ratificar lo anterior. El recorrido inicial de Elena lidiando con la imposibilidad de su cuerpo (tienen Parkinson) es una pequeña obra maestra que, incluso, como sucede con otros momentos, parece cuadrar dentro del terror. ¿Y no es acaso la lucha contra el mal de una enfermedad una película de terror? Elena se mueve como un zombi y el mundo se iguala ante su procesión: skaters, manifestantes, transeúntes, la vida misma, ese mundo fuera de foco que la rodea mientras soporta el agobio de su deterioro y el sospechoso suicidio de su hija Rita (Érica Rivas). El comienzo conserva la suficiente potencia para condensar todo el drama. El pulso y la mirada de Berneri se destacan por encima de las aristas fatales que arrastra la historia y que haría huir a unos cuantos de la sala. Porque más allá del enigma policial, hay una centralidad del cuerpo que lo instituye como elemento omnipresente, en términos narrativos y simbólicos, sostenido por la cercanía de la cámara (con el uso de encuadres cerrados), prescindiendo a menudo de ese lenguaje que empantana todo con diálogos innecesarios. También los cuasi gruñidos de Elena forman parte del imaginario del terror.»

Fallen Leaves, de Aki Kaurismaki, 2023

«En Helsinki hay suburbios, precarización laboral, violencia social y económica, y una clase trabajadora que apenas gana para vivir. Entre ellos, una mujer rubia llamada Ansa que vive en una modesta casa heredada y que ha sido despedida de un supermercado, y Holappa, que va de fábrica en fábrica por sus problemas con el alcohol. Ambos se conocen en uno de esos pintorescos bares que ya son una marca registrada en Kaurismaki, para encontrarse, perderse y volver a encontrarse. En otras manos, en las típicas manos manchadas con la pornomiseria o el oportunismo, esta circunstancia hubiera sido un alegato más, chato, de un estado del mundo regido por la misantropía. Sin embargo, Kaurismaki es un realizador que confía en la humanidad y en los vínculos proletarios, en las cosas simples, en la solidaridad, y por supuesto, en el cine. Porque si bien hay discurso, no necesita ser gritado. Fallen Leaves es un festival de colores (basta ver esos ambientes pintarrajeados como en los mejores melodramas clásicos o la colección de afiches que inundan las paredes); un festival de canciones que puntúan las emociones sin desbordes; un festival de gestos y de pausas, de silencios que dicen mucho; un festival de humor a base de expectativas frustradas (dos tipos salen del cine luego de ver una de zombis y dicen que les recuerda a Bresson); pero, fundamentalmente, una obra maestra de la sencillez que conmueve. Cuando Ansa prepara la cena para la primera cita con Holappa, cuando Holappa la busca incansablemente luego de haber perdido su número de teléfono, estamos ante actos cuya épica es la de los descalzos, la de aquellos seres que están en la vida para no resignarse y que ven siempre un horizonte para el amor, igual que Chaplin, cuyo fantasma recorre la sala y se va caminando con la rubia y el borracho.»

elcursodelcine

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