LO MEJOR DE 2023. TERCERA PARTE.

Las últimas películas de una lista que nunca es definitiva, pero que intenta dar cuenta de un viaje por salas, plataformas y expectativas cumplidas. No creo que haya sido un gran año a nivel de estrenos en general, ni que los festivales hayan contado con una cantidad de títulos increíbles, no obstante, los buenos son potentes de verdad.

Aftersun, de Charlotte Wells, 2022

«Antes de que comience la película, mejor dicho, antes de que alguna imagen aparezca en pantalla y la ilusión se adueñe una vez más de nuestras vidas, se escucha la reproducción de una videocámara. Entonces, lo primero siempre en Aftersun es el dispositivo que registra. No hay realidad, no hay recuerdos que puedan materializarse más allá de la tecnología. Son los reflejos de los hechos, no los hechos los que perduran. Un padre y su hija mantienen una conversación, pero los vemos a través de un vidrio, de una pantalla, de una foto recién revelada o de alguna superficie apta para reflectar, para ofrecer una versión distorsionada de aquello que perdemos en el tiempo. Vivimos en una época donde no son las palabras necesariamente las encargadas, a modo proustiano, de retener los significados que se escapan a través de los años. La historia de Sophie con Calum es el resultado de una videocámara de la década del noventa y de cómo esa grabación vuelve una y otra vez hacia el presente. No en modo lineal, por supuesto. Tampoco de manera banal, sino recubierta de una pátina de tristeza y sensibilidad propias de una mujer que parece lidiar con esa memoria y con la depresión heredada, tan contagiosa, que traemos de nuestros padres. Aftersun es algo así como un viaje a un Hotel en Turquía, una especie de All Inclusive, un universo artificial, pero como si lo viviéramos con auriculares mientras suena alguna canción de Nick Cave, Radiohead, Blur u otro de esos exponentes gloriosos provenientes de aquellos países donde el sol sale a cuentagotas. De allí su constante desazón, de allí sus sentimientos encerrados en un dique de contención.»

Cuando acecha la maldad, de Demián Rugna, 2023

Una serie de circunstancias provoca que una película caiga en el lugar y en el momento justo, Un concepto, el de maldad, que bien se ajusta a nuestro presente. Y una película efectiva, sólida narrativamente, poderosa en esto de trasmitir el horror encapsulado en un lugar pequeño, pero cuya hipérbole podría abarcar al mundo entero si lo dejan ser. También una muestra de que con ingenio y creatividad se puede dignificar al terror y no caer en la excusa recurrente del género para justificar propuestas holgazanas y mediocres. Una grata aparición.

Cerrar los ojos, de Víctor Erice, 2023

La vuelta de Erice tal vez no sea del agrado de los amantes de la velocidad ni de los planos relampagueantes, pero es una gran ocasión para parar la pelota y retomar una manera de hacer, de amar y de recordar el cine, más allá de las redes sociales, de las plataformas y de la inmediatez. Su título invita a la pausa: ¿no habrá que meditar un poco, cerrar los ojos y recuperar ese sentimiento perdurable en el tiempo, el de dejarse llevar por el flujo residual de las imágenes? Erice aparece en busca del tiempo perdido.

La memoria infinita, de Maite Alberdi, 2023

El cine es resistencia. Y una de sus batallas es contra la desaparición física, contra la muerte, y también, contra el olvido en todas sus formas. Memoria individual que se desvanece, pero también la memoria colectiva de un país que continúa dividido negando el dolor del pasado. Ensamblar esos dos modos, sin caer en golpes bajos, y resaltando el poder del amor es l oque hace esta gran película de Alberdi.

Los asesinos de la luna, de Martin Scorsese, 2023

«No hay un héroe scorsesiano que pueda escapar al martirio de mantener una dialéctica interna entre razón y espíritu. El pastor, en este sentido, de Los asesinos de la luna se llama Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio). El rótulo, que lo convertiría en un héroe típico, es el de veterano de la Primera Guerra Mundial; la verdad es que se ha desempeñado como cocinero de infantería, lo cual le confiere el rango de humano, imperfecto y bastante torpe. Se trata de un personaje perfectamente moldeable y manipulable, condición que su tío, William The King Hale (Robert DE Niro), un ganadero absolutamente decidido a conquistar sin escrúpulos a los Osage, un pueblo originario que ha encontrado petróleo  y se ha enriquecido. El plan de Hale se inicia con una persuasión: su sobrino debe casarse con Mollie (Lily Gladstone), una de las hijas del clan. Es el primer eslabón de una cadena de acciones calculadas y siniestras cuyo fondo es la ambición desmedida y la locura que engendra todo esto. Los códigos de la mafia, las reglas del deseo salvaje que despiertan el poder y el dinero, están diseminados en dosis que, además de acciones concretas, se vislumbran en extensos diálogos de perversa intimidad. De este modo, la encarnación maligna del Padre utilizará a su Criatura para conseguir sus objetivos, con fundamentos religiosos propios de un fanatismo y un dogma sectarios. Lógicamente, en el habitual esquema de Scorsese, el camino está lleno de dudas y de contradicciones. También de rebeliones. El final, como una especie de exilio, es una constante en sus películas: un protagonista que es expulsado para habitar al este del Edén. Entonces, ser relegado al ostracismo parece peor que ser. La cárcel y sus sombras son apenas un consuelo ante la maldad perpetrada, pero lo suficientemente duras para quienes se creen eternamente impunes. William The King Hale es un arquetipo de las versiones más salvajes del empresariado. Detrás de sus buenos modales y de su falsa gentileza, se escriben los nombres de tantos poderosos crápulas y corruptos que manejan los destinos de la economía y de la gente.»

Los delincuentes, de Rodrigo Moreno, 2023

«En Los delincuentes, la última película  Moreno de Rodrigo Moreno, hay gente que está cagada a palos por la rutina laboral, las obligaciones y la perversa maquinaria claustrofóbica de la vida bancaria. La dependencia por donde se mueven los empleados es una especie de cueva que remite a Balada de la oficina de Roberto Mariani, sobre todo al comienzo: “Entra. No repares en el sol que dejas en la calle. Él está caído en la calle como una blanca mancha de cal.” Y así entra Morán, uno de ellos, como tragado por ese espacio, ensimismado, con su bolso a cuestas. Pero la cueva también podría ser el tétrico ambiente en el subsuelo de La isla desierta de Roberto Arlt, donde, disciplinados y en fila, los trabajadores soportan el calor y detestan los sonidos de los barcos que parten hacia un horizonte que es inalcanzable para ellos. No obstante, tanto Arlt como Moreno, le confieren a un personaje la posibilidad de romper con dichas estructuras monolíticas. Preso del sopor y de un estado existencial dominado por la lógica de lo mismo, Morán hará justicia a su modo: robará la suma de dinero correspondiente a los años que le quedan para jubilarse. Con dicho plan, arrastrará a su compañero Román. Se trata de un gran golpe pero jamás elevado a la épica gangsteril, más bien desdramatizado, calculado y abierto al azar del destino. Como la trama misma. Porque si hay algo destacable en su armado es la apertura lúdica/novelesca y el juego con el número dos, una base estructural que habilita caminos alternativos e inesperados.»

Los médicos de Nietzche, de Jorge Leandro Colás, 2023

«En esas conversaciones la palabra es puesta en valor y también el presupuesto de la práctica médica: es posible pensar la disciplina a la luz de la filosofía. Lo anterior tiene dos consecuencias visibles y potentes. Primero: salir de la Academia para leer a Nietzsche, aún sabiendo que la primera confrontación con sus textos puede conducir al rechazo (el tema es qué hacer con él y no abandonar en el camino). Segundo: no hay nada que impida vincular los problemas filosóficos con los marcos cotidianos. Son estas premisas las que constituyen el ambicioso proyecto de revisar las relaciones médicos/pacientes en el ámbito del consultorio, ya no mecanizadas por la exclusiva operatoria de control/medicación sino por una más profunda y sincera: el habla. Y no solo el habla como mecanismo de queja y persuasión con todos los signos paralingüísticos que intervienen, sino el habla del cuerpo. De este modo, hay una dimensión de la escucha y una perspectiva novedosa (en un mundo que cabalga diferente) que hacen posible salir de la perspectiva del bien y del mal para dar un diagnóstico o tratar a una persona. ¿Cómo opera la moral en la práctica médica? pregunta Rubinstein y cada uno de los profesionales intentará dar una respuesta posible, mientras otro interrogante sobrevuela, ¿cómo debe aggiornarse la medicina en relación a las normas cuando en el presente los cuerpos son otros?«

Cielo rojo, de Christian Petzold, 2023

«Hay una fuerza misteriosa que determina el orden del universo. Está en todas partes, pero puede manifestarse repentinamente. Podemos sentirla. El protagonista de la última película de Petzold, Leon, la intuye en medio del bosque. Se ha quedado solo por un momento mientras su amigo Felix se ha alejado momentáneamente para buscar la salida. Se han quedado varados, con el auto a mitad de camino. Ambos deben llegar a una casa ubicada cerca de una playa. Allí se alojarán para pasar unos días y trabajar tranquilos. Pero eso lo sabremos luego de que Leon mire hacia lo profundo del bosque, desde donde asoma algún orden incomprensible y se respira un aire feérico. La cámara lo confirma: ocupa el lugar del contraplano de su mirada. Y ocupa por un instante el rol de la naturaleza, ese agente siempre inquieto, el vínculo fiel de una estética que no reniega de su tradición romántico pero tampoco le rinde pleitesía.»

Puan, de María Alché y Benjamin Naishtat

» Podemos participar de una certeza: no sobran las ficciones argentinas que se hagan cargo del presente vulnerable y del terror al vacío inmediato, sin subestimar al público o exhibiendo un ego abúlico. Y no se trata tampoco de una misión trascendental ni declamatoria. Una buena película permite abrir una dimensión siempre más rica y compleja que una suma de situaciones forzadas para armar un discurso. En Puan-codirgida por María Alché y Benjamín Naishtat-hay varias escenas en espejo. En una de ellas, el profesor de filosofía, maravillosamente interpretado por Marcelo Subiotto, está dando su clase y accede a que una joven militante de izquierda les hable a los alumnos y a las alumnas en términos de lucha para cambiar el sistema. La interrupción podría haberse potenciado en lo que tiene de molesto para mucha gente, pero nadie sobreactúa ni protesta. Es parte de la dinámica universitaria, son las entrañas de un espacio democrático, de conquistas sumadas al saber, de necesaria efervescencia. Esa misma joven aparece hacia el final de la película y será una parte importante para rebelarse frente al atropello de las nuevas autoridades gubernamentales. La segunda escena completa a la primera, no la anula.»

elcursodelcine

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