Bafici 2019. Dos documentales de Julien Temple

Muchas veces en los festivales de cine, el mundo que desechan las películas que habitan las competencias, principalmente, te lo devuelven los documentales sobre músicos. Julien Temple hace años que incursiona en los territorios de bandas y de solistas. Se ha ocupado de los Sex Pistols, de Mick Jagger, de Joe Strummer, entre otros. Y en esta edición del Bafici 2019 se pudieron ver algunos de sus trabajos más recientes. Entre ellos, Keith Richards: The Origin of the Species.
Qué dudas caben, el tipo es un grande. Y un gran conversador. Temple alterna el rostro de pasa de uva de con sus cigarrillos y una cantidad de archivos de cine y televisión para recrear visualmente la oratoria de uno de los monstruos más grandes de la historia del rock. Quienes hayan leído su autobiografía, no encontrarán material demasiado novedoso, pero el montaje fílmico y sonoro que lleva a cabo el director es notable. También es acertada la decisión de abarcar la infancia y adolescencia de Keith: la escena fundacional del nacimiento entre bombas, los juegos entre los restos de la guerra, las dificultades económicas y una educación alterada. Temple suelta a su compañero entrevistado justo en el momento en que se inicia la etapa de bronce. La cuestión es rescatar ese costado humano y punk del guitarrista, y no desperidiciar un elemento valiosísimo: la música. A propósito de ello, suenan riffs y pedazos de canciones todo el tiempo, lo cual aumenta el placer de ver el documental, además de confirmar la cantidad de composiciones que nacieron del barrio, de la familia y de ese Londres de posguerra. Puede que el procedimiento canse un poco, pero es Keith Richards, señores.

Ray Davies: Imaginary Man es otra de las perlas, que recrea los viejos tiempos de este genio, de The Kinks y de sus gloriosas (y tan inglesas) canciones, mientras camina por Londres o se sienta frente a un piano desafinado contando parte de su vida. Temple acompaña con la cámara a su protagonista y ensambla a la perfección su historia con las composiciones más importantes, estableciendo un nexo firme entre vida y obra, pero siempre desde un lugar vital y de incorrección. Allí está el zorro Davies riéndose de las poses académicas frente al arte y de los excesos de interpretación ante las obras. Al respecto, hay varias cosas que quedan en evidencia luego de ver el documental. Primero que The Kinks anticipó al Punk diez años al menos. Segundo, que debe haber sido de las bandas más británicas de los sesenta (de allí su fracaso en EE.UU) y de las que menos utilizó la veta comercial por encima del genio musical. Davies es tan brillante y excéntrico como Syd Barret y Brian Wilson, todos ellos en permanente conflicto entre las ideas y su concreción. Tercero: Waterloo Sunset, Lola y otras perlas, son eternas y harán eterna una ciudad como Londres. Dios salve a los Kinks.

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