Las ciudades invisibles. Sobre Una noche en la tierra (Night on Earth, 1991) de Jim Jarmusch

“Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque (…) de palabras, de deseos, de recuerdos” (Italo Calvino, Las ciudades invisibles, 1972 ).

Los testimonios de quienes viajan a ciudades o viven en ellas son de vital importancia puesto que rescatan un aspecto decisivo; la relación entre lenguaje y experiencia, hoy cada vez más afectada por el impacto de la tecnología. “En este sentido, las ciudades modernas cada vez se parecen más entre sí, pierden identidad, se homogenizan y transforman en ámbitos que asfixian iniciativas de expansión y crecimiento de valores humanos” (Ricardo Mónaco, Una geografía emblemática: Las ciudades invisibles, de Ítalo Calvino, 1999).

Hay cineastas de estilo depurado y minimalista, como Carl Theodor Dreyer, Yasujiro Ozu, Roberto Rossellini, Robert Bresson o Michelangelo Antonioni, que casi borran de sus películas los aspectos convencionales de la ficción y que prefieren centrarse en los aspectos convencionales de la realidad. Renuncian a la Historia con mayúscula y dirigen su atención hacia la intrahistoria. En cierto modo, actúan como documentalistas, de forma más descriptiva que narrativa, pero buscan cosas diferentes. Concentran su atención en elementos capaces de penetrar con mayor amplitud en las derivas, deseos y alegrías de sus personajes, evitando aquellos que sean demasiado expresivos y que ya estén asociados a significados demasiado obvios y, por lo tanto, más restrictivos. No siempre es fácil conectar con sus propuestas de inmediato, aunque la esencialidad formal de las imágenes y su demora expresiva, en busca del pathos de lo mundano, permiten conservarlas de forma precisa en la memoria, en espera de que nos desvelen algunos de sus misterios. Si persistimos sin rendirnos es porque a veces tenemos la sensación de ser rechazados, de no estar a su altura como espectadores, y lo que pretendemos es llegar a su esencia en busca de algún tipo de recompensa, como la que obtenemos en el mundo cuando ampliamos las fronteras de nuestra percepción. Sabemos que, de conseguir nuestros propósitos y ser capaces de penetrar, aunque solo sea tímidamente, en el interior de esas películas, veremos algo que es parte de la realidad y que, sin embargo, no nos resulta comprensible quizás porque a su carácter repetitivo y su ausencia de significado inmediato les asociamos cierto grado de automatismo, cierto grado de intrascendencia relacionada con nuestras necesidades fisiológicas y no con las psicológicas.” (Jim Jarmusch, Hilario J. Rodríguez y Carlos Tejeda, Ed.Cátedra, 2014)

EPISODIO 1 LOS ÁNGELES

Una agente de casting (Gena Rowlands) aterriza en el aeropuerto de Los Ángeles y enseguida se monta en un taxi cuya conductora (Winona Ryder) acaba resultándole tan llamativa que decide contratarla para una película, sin conseguir que ella acepte, pues lo único que esta última desea es convertirse algún día en mecánica, como sus hermanos.El encuentro es fortuito.

La presentación de la ciudad elude el glamour de la fábrica de sueños. Luego, aparecerá a través de sonidos, luces, colores, carteles, luminarias, pero bajo un tono pálido. Hay, incluso, una parodia a la vida frenética de las estrellas en esos rockeros dinamitados que lleva Winona Ryder en el taxi. El taxi aparece como una pequeña casa (desordenada), un pequeño mundo, el marco propicio para cualquier tipo de conversación. Pero sobre todo, el móvil para rescatar la idea de la palabra como motor de narración e intercambio. Walter Benjamin ya refería tempranamente en su ensayo sobre El narrador (1936) la debacle del lenguaje en relación con la experiencia: “Es la misma experiencia que nos dice que el arte de la narración está tocando a su fin. Es cada vez más raro encontrar a alguien capaz de narrar algo con probidad. Con creciente frecuencia se asiste al embarazo extendiéndose por la tertulia cuando se deja oír el deseo de escuchar una historia. Diríase que una facultad que nos pareciera inalienable, la más segura entre las seguras, nos está siendo retirada: la facultad de intercambiar experiencias. Una causa de este fenómeno es inmediatamente aparente: la cotización de la experiencia ha caído y parece seguir cayendo libremente al vacío.”

En efecto, ¿qué hay en ese lapso de tiempo que comparten dos personas en un viaje en auto hacia Beverly Hills? Narración, intercambio de experiencias, necesidad de hablar, de expresarse, aunque más no sea para quejarse. Lo que comanda el relato no es la voz, es el oído.

“La narración, tal como brota lentamente en el círculo del artesanado —el campesino, el marítimo y, posteriormente también el urbano—, es, de por sí, la forma similarmente artesanal de la comunicación. No se propone transmitir, como lo haría la información o el parte, el «puro» asunto en sí. Más bien lo sumerge en la vida del comunicante, para poder luego recuperarlo. Por lo tanto, la huella del narrador queda adherida a la narración, como las del alfarero a la superficie de su vasija de barro.” (Benjamin)

Victoria tiene una mirada mercantil. Todo puede ser plusvalía en el mundo del espectáculo. Desde su condición de clase alta no ha reparado en Corki hasta el momento en que se da cuenta de que puede ser moldeada como talento (cfr escena donde la mira a través del espejo). No obstante, chocará con una respuesta sincera y directa: “esa no es la vida real para mí”. Ninguna oferta tentadora puede combatir la frontalidad de la joven, alejada de los sueños de estrellas que la ciudad ostenta.

EPISODIO 2 NEW YORK

En mitad de la noche, en Manhattan, un peatón (Giancarlo Esposito) para un taxi para que lo lleve a Brooklyn pero en muy poco tiempo se da cuenta de que el taxista (Armin Mueller-Stahl) apenas sabe conducir, de modo que él mismo tiene que ponerse al volante, parándose en mitad del trayecto para recoger a su prima (Rosie Perez) cuando se cruzan con ella casualmente.

La primera imagen establece el patrón visual sobre la ciudad. El más allá con las luces y los emblemáticos edificios, y el más acá, con los residuos en el muelle. Todo es parte de la ciudad. Eludir la mirada turística es la cuestión. Apenas un recorrido fugaz por graffitties, movimientos callejeros y un destino: Brooklyn. Nueva York aparece de modo distinto a la tradición cinematográfica: “Es cool y hace frío”.

Las carcajadas de Espósito son un show y el fugaz vínculo de camaradería entre los desconocidos demuestra que las diferencias, más que amenazas, pueden ser una fuente de empatía, y hasta una salvación en una noche fría de invierno.

Detrás de la cáscara humorística, la discriminación. Cómo sentirse un extranjero en la propia ciudad (¿Soy el hombre invisible?”) y cómo hace un extranjero para integrarse, solo, en medio de la jungla urbana.  Los dos personajes encontrarán un espacio en el habla y en sus existencias vulnerables, aunque firmes en sus emociones. La solidaridad y el cambio desinteresado de roles son los lazos de resistencia para sobrevivir en ese gran monstruo que es la ciudad.

EPISODIO 3 PARÍS

Ya de madrugada, en París, un taxista de Costa de Marfil (Isaach De Bankolé) recoge a una pasajera (Beatrice Dalle) que resulta ser ciega y por quien muestra cierto grado de comprensión y pena que a ella le irrita.

Vemos una París nocturna de calles mojadas y planos de diversos lugares. Al conductor le ocurre lo peor: que lo discriminen y maltraten dos africanos. Es un personaje sufrido, frustrado, alienado. El encuentro con la ciega lo pondrá en un lugar incómodo. Pronto comprenderá que también él es victimario como víctima de los prejuicios.

Los colores dominantes son rojos, un pequeño infierno cotidiano. El intercambio de palabras no es amable y el final marca la paradoja: ver no garantiza nada.

EPISODIO 4 ROMA

A la misma hora, en Roma, otro taxista (Roberto Benigni) recoge a un cura (Paolo Bonacelli) al que llama en todo momento obispo y al que además le cuenta sus extrañas costumbres sexuales, que van desde penetrar una calabaza o una oveja hasta hacer el amor con la mujer de su hermano, todo esto mientras el cura, no sabemos si a causa de cuanto escucha y de la desinhibición y desvergüenza del taxista o de alguna afección cardíaca, sufre un ataque al corazón y muere.

“Pero la ciudad no dice su pasado, lo contiene, como las líneas de una mano, escrito en los ángulos de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en las astas de las banderas, surcado a su vez cada segmento, por raspaduras, muecas, incisiones, cañonazos.” (Calvino)

Caos, humor. Lo sacro, lo profano. La noche de Roma atravesada a la manera de una pequeña comedia a la italiana y protagonizada por un bufón, Roberto Benigni. Velocidad, verborragia pura. “Roma desierta, bella ciudad” dice el taxista.

EPISODIO 5 HELSINSKI

Muchas ciudades no hubieran figurado entre los más solicitados para viajar si no fuera por el cine. Algo parecido sucedió con Helsinki, la capital de Finlandia, que se convirtió en los noventa en uno de los destinos más visitados a raíz de esta película.

Tan solo una hora después, en Helsinki, otra taxista (Matti Pellonpää) recoge a tres borrachos (Kari Väänänen, Sakari Kuosmanen y Tomi Salmela), uno de los cuales asegura que acaba de tener uno de los peores días de su vida, pues lo han despedido de su trabajo, acaba de encontrar su coche destrozado por desconocidos, su jovencísima hija le ha confesado que está embarazada y, para rematar la situación, su mujer acaba de echarlo de casa; lo que ninguno de los borrachos sabe es que el taxista también ha sufrido una trágica experiencia hace poco, cuando él y su mujer perdieron a una hija sietemesina cuando esta parecía que finalmente iba a vivir.

Nieve es lo primero que vemos y todo el cine de Kaurismaki parece condensado en esas primeras imágenes. Y también sus códigos: trabajo, alienación, fábricas, amistad y borracheras. El trayecto en este caso es como un eterno retorno y la ciudad parece la nada misma. Mika toma un viaje y tres amigos borrachos se suben. Destino: el barrio donde viven, en la otra punta.

A pesar de la incomodidad inicial, se abre un espacio de confesiones dolorosas. Todos son iguales en la desgracia. Si bien en los cinco relatos sobrevuela la tristeza, este episodio pone de manifiesto la capacidad del director para hallar poesía en la brutalidad, en los aspectos oscuros y luminosos de seres que la pelean día a día.

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